miércoles, 6 de marzo de 2013

¿EL MEJOR PARTIDO DE LA HISTORIA DEL BASKET?



Hace mucho tiempo, cuando tenia una pagina web que hablaba de las leyendas urbanas del baloncesto en los playgrounds, estaba preparando la historia de Joe "The Destroyer" Hammond, un verdadero superclase en las pistas y un autentico delincuente fuera de ellas ( no firmo un contrato con los Lakers porque decia que lo que le ofrecian lo ganaba el e un mes vendiendo droga en NY). A lo que ibamos, buscando informacion del "chaval" lei un articulo en ingles que comentaba lo que pudo ser el mejor partido de la historia del baloncesto, o por lo menos en lo que a playgrounds se puede ofrecer.

Me he liado a buscar este articulo por la web y al final di con el, la verdad que ha sido facil y encima ya lo encontre en castellano, asi que como prometi a un amigo mio, aqui esta esta ¿leyenda?:


El gran día

En Harlem, aún se oye hablar del partido final de la Rucker League del año 1970 cuando el Milbank, equipo de Hammond, se enfrentó a los Westsiders. El equipo de los Westsiders, un invento de Paul Vecsey que trataba de llevar el talento de los jóvenes jugadores universitarios y de la ABA a los playgrounds, estaba formado entre otros por Julius Erving, Charlie Scott, Billy Paultz y Dean Meminger, todos ellos en el inicio de sus carreras profesionales. Por su parte el Milbank era pura sangre de Harlem, todos aquellos chicos de las calles, fenómenos del asfalto, que se reunían para dar un espectáculo de baloncesto frente a sus “brothas”. Richard “Pee Wee” Kirkland, Eric Cobb, Joe Thomas, pero por encima de todos ellos, Joe “The Destroyer” Hammond.

Corrió la voz por toda la ciudad y aquello parecía más una peregrinación religiosa que un partido de baloncesto. Mareas de personas se abalanzaban hacia Harlem. Nadie quería perderse aquel espectáculo en el quese enfrentarían el héroe local, Hammond, frente a la gran estrella del momento, un Doctor J con una reputación tan grande como su afro que llegaba a Harlem a imponer su ley y conquistarlo. El campo se llenó, los chicos se turnaban para apoyarse unos en los hombros de otros y poder ver el partido, árboles, tejados, todo servía como grada improvisada.

Pero faltaba alguien. Hammond era ante todo un showman, le encantaba ser el centro de atención, que todo girase en torno a su figura y aquel era su gran día. Milbank trataba de alargar el calentamiento a la espera de Hammond pero finalmente el árbitro dio orden de iniciar el partido a pesar de los gritos del público “We want Joe! We want Joe!”

Sin un rival a su medida delante y con Charlie Scott defendiendo a Kirkland, el mejor tras Hammond, la ventaja alcanzaba rápidamente los dos dígitos. Erving volaba con sus majestuosas bandejas y mates sobre las cabezas de aquellos muchachos y el público gritaba y pataleaba cada vez más enfervorecido pidiendo la llegada de su salvador.

Como cuenta Mike Kookoo, tenía ocho años cuando se celebró aquel partido: “La multitud empezó a golpear el suelo con los pies, a patalear como loca y parecía de verdad un terremoto en pleno corazón de Nueva York”.

De pronto algo sucedió en el otro extremo del parque que apunto estuvo de detener el partido. Unaenorme limusina paraba en mitad de la calle y de ella salía nada más y nada menos que Hammond en medio del griterío de los chiquillos y los vítores de los aficionados que rodeaban a la estrella local pidiendo autógrafos. La policía contenía a la muchedumbre a duras penas e incluso uno de ellos se acercó a Hammond para pedirle que aparcase el coche como era debido y no en mitad de la calle. Joe, en su infinita arrogancia, miró con desprecio al policía y como si de un aparcacoches se tratara le arrojó las llaves y le dijo “Quítalo tú”. El policía, avergonzado y sin saber qué hacer decidió quitar el coche por sí mismo en medio de las risas generalizadas.

Como una estrella de cine para un espectáculo de sólo 24 minutos, Hammond llegaba hasta la cancha, con una sucia venda en su muslo y una destrozadas zapatillas se levantó hacia el público como un Jesucristo redentor gritando “I’m here. I’m here”.
Tras el descanso se reanudaba el partido. Vecsey decidió cambiar su esquema y colocar a Scott sobre Hammond para tratar de frenar al fenomenal escolta. Pero el destino había decidido que ese sería el día de Hammond y nada más entrar en el campo recibió el balón y anotó una suspensión que iniciaba el espectáculo. Acto seguido, Kirkland robaba un balón y pasaba a su compañero para que The Destroyer hiciera un descomunal mate que volvía loca a la grada. Los edificios y todo NY temblada.

Pero no todo estaba dicho. En la siguiente jugada Erving cogió el balón y anotó con una de sus gráciles bandejas haciendo el silencio en todo Harlem con un grito: “Take that! I'm here, man, I'm here too. Don't forget it."

Incapaz de parar a Hammond, Scott dejó el sitio al mismísimo Doc por lo que el partido se convirtió casi en un 1 vs. 1. Poco a poco la ventaja de los Westsiders se reducía y Hammond continuaba imparable, anotando como si estuviese poseído por algún espíritu divino. Como contaba Kookoo:“Hubo unos instantes en que parecía que le iba a detener pero en cuanto Joe tuvo la ocasión de hacer suyo el balón, Doc no pudo hacer nada por pararle, nada”

Tras dos prórrogas y tener que improvisar unos focos para iluminar el campo y continuar el partido, finalmente Westsiders se llevaban el partido, finalizando Julius con 39 puntos y Hammond con nada menos que 50.

"Ellos no sabían a quién ponerme encima", dijo Hammond. "Tras el partido, Doctor J vino a verme y me estrechó la mano diciendo Joe, todo lo que había escuchado sobre ti es cierto”.

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