Hace
mucho, mucho tiempo, antes de que los hombres y sus ciudades llenaran la
tierra, antes incluso de que muchas cosas tuvieran un nombre, existía un lugar
misterioso custodiado por el hada del lago. Justa y generosa, todos sus
vasallos siempre estaban dispuestos a servirle. Y cuando unos malvados seres
amenazaron el lago y sus bosques, muchos se unieron al hada cuando les pidió
que la acompañaran en un peligroso viaje a través de ríos, pantanos y desiertos
en busca de la Piedra de Cristal, la única salvación posible para todos.
El
hada advirtió de los peligros y dificultades, de lo difícil que sería aguantar
todo el viaje, pero ninguno se asustó. Todos prometieron acompañarla hasta
donde hiciera falta, y aquel mismo día, el hada y sus 50 más leales vasallos
comenzaron el viaje. El camino fue aún más terrible y duro que lo había
anunciado el hada. Se enfrentaron a bestias terribles, caminaron día y noche y
vagaron perdidos por el desierto sufriendo el hambre y la sed. Ante tantas
adversidades muchos se desanimaron y terminaron por abandonar el viaje a medio
camino, hasta que sólo quedó uno, llamado Sombra. No era el más valiente, ni el
mejor luchador, ni siquiera el más listo o divertido, pero continuó junto al
hada hasta el final. Cuando ésta le preguntaba que por qué no abandonaba como
los demás, Sombra respondía siempre lo mismo "Os dije que os
acompañaría a pesar de las dificultades, y éso es lo que hago. No voy a dar
media vuelta sólo porque haya sido verdad que iba a ser duro".
Gracias
a su leal Sombra pudo el hada por fin encontrar la Piedra de Cristal, pero el
monstruoso Guardián de la piedra no estaba dispuesto a entregársela. Entonces
Sombra, en un último gesto de lealtad, se ofreció a cambio de la piedra
quedándose al servicio del Guardián por el resto de sus días...
La
poderosa magia de la Piedra de Cristal permitió al hada regresar al lago y
expulsar a los seres malvados, pero cada noche lloraba la ausencia de su fiel
Sombra, pues de aquel firme y generoso compromiso surgió un amor más fuerte que
ningún otro. Y en su recuerdo, queriendo mostrar a todos el valor de la lealtad
y el compromiso, regaló a cada ser de la tierra su propia sombra durante el
día; pero al llegar la noche, todas las sombras acuden el lago, donde consuelan
y acompañan a su triste hada.
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