Había
una vez dos hermanos que eran estupendos amigos y siempre jugaban juntos. Pero
un día tuvieron una discusión tan grande por uno de sus juguetes, que
decidieron que a partir de aquel día cada uno jugaría con sus cosas.
Como tenían tantas cosas y tantos juguetes, se pusieron de acuerdo para dedicar el día siguiente a aclarar de quién era cada cosa. Así lo hicieron, haciendo cada uno un montón con sus cosas, pero cuando acabaron con los juguetes grandes, tocaron los juguetes pequeños, y como no les daba tiempo, lo dejaron para el día siguiente. Y al día siguiente sucedió lo mismo, porque empezaron a repartirse los lugares de la casa. Y lo mismo ocurrió un día tras otro, así que todo el tiempo andaban enfadados decidiendo quién tenía derecho a usar cada cosa que veían, ya fuera un animal, un árbol o incluso una piedra. Al final, habían acumulado dos verdaderas montañas de cosas ante sus casas.
Como tenían tantas cosas y tantos juguetes, se pusieron de acuerdo para dedicar el día siguiente a aclarar de quién era cada cosa. Así lo hicieron, haciendo cada uno un montón con sus cosas, pero cuando acabaron con los juguetes grandes, tocaron los juguetes pequeños, y como no les daba tiempo, lo dejaron para el día siguiente. Y al día siguiente sucedió lo mismo, porque empezaron a repartirse los lugares de la casa. Y lo mismo ocurrió un día tras otro, así que todo el tiempo andaban enfadados decidiendo quién tenía derecho a usar cada cosa que veían, ya fuera un animal, un árbol o incluso una piedra. Al final, habían acumulado dos verdaderas montañas de cosas ante sus casas.
Con
el paso de los años, no cambió nada: cada mañana se juntaban para dividirse el mundo entre discusiones. Así se fueron haciendo viejecitos, y todo el mundo los
conocía como los viejos gruñones, porque siempre andaban enfadados
y protestando, y nadie los había visto nunca sonreir.
Hasta que una mañana se encontraron todas sus cosas totalmente mezcladas. ¡Alguien había estado en sus montañas y lo había mezclado todo! ¡con lo que había costado separalo! Enfadadísimos, se pusieron a buscar a los culpables, y no tardaron en encontrar un par de niños jugando entre las montañas de cosas- Ambos estaban jugando juntos, tocándolo todo,sin importarles si mezclaban las cosas o no. Y se veían realmente felices, disfrutando a lo grande.
Hasta que una mañana se encontraron todas sus cosas totalmente mezcladas. ¡Alguien había estado en sus montañas y lo había mezclado todo! ¡con lo que había costado separalo! Enfadadísimos, se pusieron a buscar a los culpables, y no tardaron en encontrar un par de niños jugando entre las montañas de cosas- Ambos estaban jugando juntos, tocándolo todo,sin importarles si mezclaban las cosas o no. Y se veían realmente felices, disfrutando a lo grande.
Fue
entonces, muchos, muchos años después, cuando los dos viejos gruñones se dieron
cuenta de la tontería que habían hecho: ¡habían dejado de jugar toda la vida
sólo para ver con qué iban a jugar! Y se sintieron muy tristes, por haber
dejado pasar su vida enfadados y sin jugar; pero a la vez estaban contentos,
porque se habían dado cuenta, y dedicaron ese día y todos los que les quedaron
a jugar junto a aquellos dos niños, mezclándolo todo y compartiéndolo todo. Y
hasta dejaron de llamarles gruñones, para llamarles los locos
juguetones.
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