El
profesor de ciencias, Don Estudiete, había pedido a sus alumnos que estudiaran
algún animal, hicieran una pequeña redacción, y contaran sus conclusiones al
resto de la clase. Unos hablaron de los perros, otros de los caballos o los
peces, pero el descubrimiento más interesante fue el de la pequeña Sofía:
-
He descubierto que las moscas son unas gruñonas histéricas - dijo segurísima.
Todos
sonrieron, esperando que continuara. Entonces Sofía siguió contando:
-
Estuve observado una mosca en mi casa durante dos horas. Cuando volaba
tranquilamente, todo iba bien, pero en cuanto encontraba algún cristal, la
mosca empezaba a zumbar. Siempre había creido que ese ruido lo hacían con las
alas, pero no. Con los prismáticos de mi papá miré de cerca y vi que lo que
hacía era gruñir y protestar: se ponía tan histérica, que era incapaz de cruzar
una ventana, y se daba de golpes una y otra vez: ¡pom!, ¡pom!, ¡pom!. Si sólo
hubiera mirado a la mariposa que pasaba a su lado, habría visto que había un
hueco en la ventana... la mariposa incluso trató de hablarle y ayudarle, pero
nada, allí seguía protestando y gruñendo.
Don
Estudiete les explicó divertido que aquella forma de actuar no tenía tanto que
ver con los enfados, sino que era un ejemplo de los distintos niveles de
inteligencia y reflexión que tenían los animales, y acordaron llevar al día
siguiente una lista con los animales ordenados por su nivel de inteligencia...
Y
así fue como se armó el gran lío de la clase de ciencias, cuando un montón de
papás protestaron porque sus hijos... ¡¡les habían puesto entre los menos
inteligentes de los animales!! según los niños, porque no hacían más que
protestar, y no escuchaban a nadie.
Y
aunque Don Estudiete tuvo que hacer muchas aclaraciones y calmar unos cuantos
padres, aquello sirvió para que algunos se dieran cuenta de que por muy listos
que fueran, muchas veces se comportaban de forma bastante poco inteligente.
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