Llegamos a la posición de escolta. El peso ofensivo, a partir de las dificultades que han surgido para encontrar buenos hombres grandes en los últimos años, ha sido desplazado paulatinamente hacia la línea exterior. La vistosidad del ’2′ es evidente y es lo que provoca su popularidad moderna. La realidad es que, quitando notables excepciones, a nivel de títulos producidos es la más sobrevalorada de todas.
1.-Michael Jordan: Se ha llegado a decir de él que es el mejor de todos los tiempos pasados, presentes y futuros. Tal afirmación, exagerada por definición, se basa en el simple hecho de que no podemos siquiera imaginar ningún jugador con un combinación de agilidad, fuerza, potencia, resistencia, destreza, gracia, mentalidad y carisma que pudiera superar a la de su majestad “Air”. Algunos han logrado ser mejores o más productivos en aspectos concretos, ya sean títulos o estadísticas, pero en el cómputo global el resto de mitos pierden contra el jugador supremo, el defensor, atacante y líder perfecto. “Dios disfrazado de jugador de baloncesto” es la definición más ilustrativa que hizo de él el mismísimo Larry Bird. Todo ello desde la posición de escolta, históricamente la menos indicada sobre la que construir una franquicia ganadora. El 23. Ningún otro número ha significado tanto.
2.-Jerry West: El icono original de la liga. El mismísimo Logo de la NBA que nos muestran todos los días. Es la mismísima definición del “Shooting Guard”. un killer tirador que hubiese reventado los registros anotadores de haber existido entonces línea de tres. Le llamaban “Mr Clutch” por su mítica sangre fría en los momentos más calientes siendo el autor de algunas de las canastas ganadoras más legendarias de la competición. Pero su instinto asesino no le hacía egoísta en absoluto, hasta el punto de liderar la clasificación de asistencias en alguna ocasión y aparecer entre los primeros siempre. Y es que además era un tiburón en la defensa y un ladrón excelso a pesar de que no se contabilizara tal estadística en aquellos tiempos. Un jugador total. Lamentablemente para él fue otra de las víctimas que se estrellaron contra los Celtics de Auerbach, perdiendo 6 finales antes ellos, 4 de ellas en 7 partidos e incluso varias por una única canasta. Tiene el dudoso honor de ser el único MVP de unas finales tras haberlas perdido. Por suerte, él sí logró desquitarse con un anillo, como escudero de Chamberlain en el añorado equipo que formaron en el 72 en uno de los equipos más espectaculares de la historia del baloncesto.
3.- Kobe Bryant: L’enfant terrible de la última década. El único hombre capaz de resistir el peso de la sombra del 23 sin ser consumido en el intento. Tan amado como odiado, su obsesiva ambición y competitividad, su carácter agresivo y su complicado ego nunca han generado excesivas simpatías. Sin embargo, la perfección de su juego, que seguramente no hubiera alcanzado sin esos “defectos”, hace de su grandeza algo incuestionable. La inmortalidad que ya goza irá enriqueciendo su figura conforme pasen los años. Hay quien ya se atreve a apostar porque pronto será el mejor Laker de la historia aunque suenan a palabras mayores. Los números 13, 22, 25, 32, 33, 42 y 44 representan un peso que con dificultad soportan los cimientos del templo angelino y parece imposible que lo pueda hacer la fibrosa espalda del escolta. Otros retos increíbles ha vencido antes “The Black Mamba”. Nuestros ojos comprobarán si será capaz de conseguirlo o no.
4.-George Gervin: Hablar de “El hombre de hielo” es hacerlo de la clase y de la plasticidad antes que de cualquier otra consideración. Bien pudiera no haber sido así, con un físico de 3 larguísimo y movilidad de escolta. Pero él eligió el camino de la perfección estilística y el talento armado mediante infinidad de recursos técnicos antes que la explotación física, desde un lanzamiento suave como la seda a su célebre “finger roll” imposible de defender en sus penetraciones a canasta. Lo hacía todo tan fácil y tan bonito y su nivel ofensivo era tal que, aún siendo uno de los más voraces anotadores de siempre y recibiendo todo tipo de defensas dobles y triples, era raro verle bajar del 50%, el más eficaz de todos los escoltas. Con 4 títulos de máximo anotador sólo es superados por Chamberlain y Jordan. No tuvo tanta suerte, sin embargo, en lo colectivo. Llegó a la NBA de la mano de los Spurs, desde la ABA, ya con 24 años, en una franquicia que poco o nada tenía que ver con lo que conocemos ahora y cuando no había apenas opciones de competir con Lakers o Celtics. Nada de esto, obviamente, le aleja del olimpo de los mitos de la liga.
5.- Clyde Drexler: Es difícil imaginar que alguien a quien apodan “The Glide” o es miembro de los “Phi Slamma Jamma” pudiera llegar a ser uno de los jugadores más serios, profesionales y completos de toda la historia. Su personalidad no le ayuda a destacar frente a la barbaridad de nombres con los siempre se codeó. Casi cuesta recordar que fue miembro ilustre del Dream Team y de los mejores Blazers y Rockets de los últimos 20 años o que formó con Olajuwon una de las parejas más sólidas de la historia de la liga y de la NCAA. Muy pocos tienen ya en cuenta que él, Havlicek y Robertson son los únicos hombres de este planeta con 20.000 puntos, 6.000 rebotes y 6.000 asistencias. Es cierto que sí se le recuerda, por extraño que parezca sin excesivo furor, por su clase y sus exquisitas maneras de “planear” por el aire y por haber servido de comparsa para anillos del “Showtime”, de los “Bad Boys” o de los Bulls de Jordan además de por su fundamental papel como escudero en Houston. No debemos olvidar tras ese perfil modesto lo inmensamente grande que fue, la maravilla de su talento ofensivo, la generosidad en lo colectivo y la inteligencia en el todos los aspectos. Lo recordamos aquí por sus propios méritos.
6.- Allen Iverson: Malos tiempos para la lírica en casa de “los Answer”. No ha encontrado su sitio desde que salió de su hogar Philadelphia, donde poco menos que le tenían como a un dios. Muchos aprovechan el momento para reprocharle su mal entendido individualismo extremo, casi en contradicción con su altísimo ratio de asistencias. No se puede negar que es el máximo exponente de un estilo, desde luego no inventado por él, lo contrario a lo que debería imperar en un juego colectivo. Siempre se ha tirado hasta las zapatillas, entre otras cosas porque la mayoría de veces así lo exigía el guión, pero no siempre con la frecuencia asumible. Es al mismo tiempo beneficiario y víctima de una determinada visión del juego que ha imperado en los USA durante las últimas décadas y que tuvo como germen los éxitos de anotadores implacables como Bird o Jordan. De ahí a negar su categoría va un trecho. Es el anotador por antonomasia del siglo XXI y el de menor estatura de todos. Una ametralladora imparable y un competidor excepcional. Como suele suceder en estos casos, lo colocaremos en el lugar que le corresponde cuando ya no esté.
7.- Dwyane Wade: Se trata de un caso excepcional en la tarea que nos ocupa. “Flash” apenas lleva con nosotros 6 temporadas, un par de ellas marcadas por las lesiones. Y sin embargo ya no le quedan demasiadas cosas por ganar. Ya ha sido campeón, máximo anotador, MVP de las finales, oro olímpico, seleccionado en los equipos ideales de la competición… Si terminara su carrera hoy nadie podría negar que ha sido uno de los mejores que hemos visto. Una auténtica bestia parda. Como no puede ser de otra manera, ya florecen todo tipo de comparaciones con Michael Jordan. Sin llegar a ser tan polémico como Kobe, hay quienes ven en él lo más parecido al 23 que ha habido. Similitudes hay tantas como diferencias. Está claro que Wade es un jugador único, un superdotado que si todo marcha como es debido marcará una época. Pase lo que pase ya ha hecho historia.
8.- Reggie Miller: Muy pocos apostaban porque este escolta tan extremadamente liviano pudiera ganarse un sitio en una liga tan exigente, con defensores que perfectamente le sacaban 10-15 kilos de diferencia de puro músculo. 18 largos años se tiraron esos pesos pesados correteando desesperados detrás del killer, sorteando con la lengua fuera la maraña de bloqueos directos que sus Pacers le preparaban. El final siempre solía ser el mismo, se las apañaba para recibir en medio de una maraña de defensores, se levantaba como un relámpago y la clavaba inexorablemente con esos brazos largos y delgados como cañas de bambú. El francotirador más puro de toda la lista, un bombardero que se desataba en postemporada. Hasta más de 10 puntos de diferencia de promedio llegó a aumentar en la 2000-01. Menudo peligro tenía el tipo. Más valía no jugártela contra él a cara o cruz en un final apretado. En su caso siempre salía cara.
9.- Sam Jones: Seguro que si preguntamos cuantos anillos ganó Bill Russell la mayoría de vosotros acertaréis. Si lo hacemos por quién le sigue en la lista y con cuantos títulos no tantos recordarán a Sam Jones con 10 anillos y un subcampeonato en 12 años de carrera. No está mal para un currante de la liga. Lo de ser un auténtico desconocido no hubiera sido nuevo para el bueno de Sam. Cuando Auerbach le eligió en el pick nº 8 durante el draft de 1957 todo el mundo alucinó, incluido él mismo, que no tenía nada claro que pudiera llegar a ser profesional. No lo conocía nadie, e incluso Auerbach las tenía todas consigo. Y sin embargo pronto se hizo indiscutible para el legendario técnico a base de esfuerzo, generosidad, disciplina de trabajo y capacidad de mejora. Esa era precisamente la base filosófica de aquel increíble equipo. No era ninguno un superestrella, todos eran gladiadores. De ser el típico escolta de intendencia que apenas lograba anotar en una entrada solo a canasta fue mejorando hasta llegar a ser tirador fino y decisivo. Un gregario all-star, un 3ª o 4ª espada que podía anotar casi 30 puntos por partido, secar al anotador rival o marcarte el buzzer beater a vida o muerte en el 7º partido de cualquier eliminatoria. Nombrad un solo entrenador que no hubiera vendido su alma por tener un tipo así en sus filas.
10.- Earl Monroe: Él ya era una leyenda antes de pisar ni uno solo de los pabellones de la NBA. Arrastraba autobuses cargados de gente para verle jugar por las calles de Philadelphia. Por aquel entonces le aclamaban como “Black Jesus” y su fama trascendía hasta casi lo religioso entre las comunidades negras más desfavorecidas. Era la creatividad e improvisación pura. Su filosofía era “Si yo no sé lo que voy a hacer a continuación de ninguna manera va a poder saberlo mi defensor”. En su caso siempre importó bien poco cuantas canastas anotara o cuantos pases diera. Lo que movía a la gente pobre a moverse casi desesperadamente para verle jugar era cómo iba a crear esas canastas o qué inventaba para dar un pase. Eso es muy fuerte. Pero más difícil es que esa anarquía creativa cuaje en el profesionalismo y pragmatismo extremo de la super-profesional NBA. Sus fintas y reversos envenenados de “La perla negra” fueron arma letal en los fabulosos Bullets de los 60 y en los campeonísimos Knicks de los 70. Ahí es nada.