El CB Oliva visitaba este fin de semana la cancha del Gandia en un derbi muy especial. Tras el partido de las chicas en Oliva, llegaba el turno de los chicos en tierras gandienses. Estos encuentros siempre son algo más que un partido: nadie quiere perdérselos, todos los jugadores quieren disputarlos y la afición los espera con ganas.
Y el partido no defraudó. Fue un auténtico encuentro de manicomio, una montaña rusa de emociones en la que los parciales iban de un lado a otro sin dar tregua. La primera parte fue la más equilibrada, con intercambio constante de canastas. En el primer periodo los de Gandia salieron beneficiados (23-16), mientras que en el segundo fue el CB Oliva quien dio un paso al frente para ajustar el marcador y llegar al descanso con un ajustado 39-38 favorable a los locales.
Tras el descanso llegó la locura. El CB Oliva firmó un espectacular parcial de 3-18 que colocó el marcador en 42-56. Parecía que por fin el equipo había encontrado la dinámica correcta, abriendo una brecha importante y volando hacia la victoria. Pero el baloncesto, caprichoso como pocos deportes, tenía preparado otro giro de guion.
En apenas cinco minutos, el Gandia respondió con un demoledor parcial de 15-3 que dejaba el marcador en 57-59. La situación se agravó con el inicio del último cuarto: un 12-1 para los locales los colocaba 69-60 a falta de cuatro minutos. En solo diez minutos, el CB Oliva había pasado de ganar de 14 a perder de 9. El equipo parecía a la deriva, sin rumbo ni reacción.
Entonces apareció Jaume. Un triple suyo despertó al equipo del letargo y desató una bendita locura. El CB Oliva reaccionó con carácter y corazón, llegando al final del tiempo reglamentario con ventaja de 71-73 tras un parcial de 2-13. Sin embargo, el Gandia, desde la línea de tiros libres, logró empatar el partido y forzar la prórroga.
En el tiempo extra, Cristóbal abrió el camino con un triple que dio confianza al equipo. Fue una prórroga de muchos puntos, en la que el CB Oliva volvió a mostrarse sólido para firmar un parcial de 13-18 y cerrar una victoria tan sufrida como merecida.
Un partido de locos: se tuvo ganado, se tuvo perdido y finalmente se acabó ganando. Porque el baloncesto es así, una montaña rusa de emociones donde nada es seguro, donde la alegría puede convertirse en tristeza en cuestión de minutos y los lamentos acabar transformándose en jolgorio. Esa es la belleza de este deporte, única e incomparable.
Esperemos que esta victoria sea un punto de inflexión para el equipo, que cojan confianza, que crean en el trabajo y que crezcan juntos.

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