martes, 24 de diciembre de 2019

Encuentro generacional

 
Siempre soñé con que un día 2 de mis generaciones preferidas llegarán a jugar juntas en la categoría senior... recuerdo como las mayores fueron referencia de aquellas pequeñas que hoy las sobrepasan en tamaño... Fueron años muy bonitos, donde disfrutamos cada una en su equipo pero siempre con un ojo en el otro... recuerdo como en muchas comidas con las mayores hablábamos del potencial de las pequeñas, de lo buenas que podían ser y de lo que podrían alcanzar, también de lo que les hacía falta para dar ese paso definitivo de ser un muy buen equipo a ser uno excepcional, hablaban de ellas con cariño, mucho cariño y eso me enorgullecía, no estaba creando solo un gran equipo, estábamos formando una especie de familia donde las mayores se preocupaban por las pequeñas, por las que venían por detrás de ellas, por las que debían coger su testigo... y veía en las pequeñas detalles de respeto y de cierta admiración hacia sus mayores, hacia sus referentes, hacia sus modelos a imitar... y podéis creer que no hay mayor sensación de plenitud en un entrenador que ver como equipos separados por 5-6-7 años de edad tenían ese vínculo especial a pesar de no coincidir en las pistas de juego... era ese sentimiento de club lo que las hacia especiales a todas ellas, un sentimiento que hemos buscado tanto a lo largo de los años sin mucho éxito en un mundo cada vez más artificioso, donde cada vez cada uno va más a su bola sin importar lo que pase con otros... pero ellas lo tenían, ellas eran el santo grial que tanto buscamos con insistencia en el club y que tan pocas veces conseguimos encontrar de forma tan pura y desinteresada... y por eso deseaba que un día llegarán a jugar juntas en la categoría senior, las unas con las otras, formando un gran equipo sumando todo lo mejor de ambas generaciones... ¡¡¡si!!! soñé con esa posibilidad... pero no pudo ser, no del todo al menos... la temporada pasada se hizo un intento, pero no éramos suficientes y este año no pudimos formar equipo... las chicas crecen, se hacen mujeres, estudios, trabajos que las llevan lejos o no les permiten seguir jugando a un juego que tanto les ha dado y al que tanto le han dado ellas... un juego que les ha permitido conocerse y crear vínculos más allá de las pistas en muchos casos... pero a pesar de no poder seguir jugando, no al menos juntas... de vez en cuando, en alguna ocasión esporádica, se cruzan los astros necesarios y ahí están, jugando una pachanga en vísperas de las Navidades... y surge la magia.
 
 
 

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