A veces los partidos se ganan jugando bien, y otras simplemente porque te niegas a perder. El encuentro de este fin de semana en Benissa fue de esos segundos: un ejercicio de resistencia, de orgullo, de no rendirse pese a hacerlo (casi) todo mal durante muchos minutos.
El partido empezó cuesta arriba. Benissa salió más intensa, más acertada y con las ideas claras, mientras nosotras no encontrábamos el aro ni por casualidad. Errores en el tiro, imprecisiones y demasiadas opciones fáciles desperdiciadas. Aun así, el marcador seguía vivo (14-10) tras el primer cuarto.
En el segundo periodo, un triple local parecía poner las cosas aún más complicadas (17-10), pero en ese momento el equipo despertó. Nos cerramos atrás, recuperamos balones y empezamos a correr. Parcial de 0-14 y al descanso por delante (17-24). No era brillante, pero al menos sonaba a reacción.
El tercer cuarto, sin embargo, fue un pequeño desastre. Dejamos de correr, de ser agresivas y, lo peor, fallamos todo lo que se podía fallar: entradas solas, tiros bajo aro, opciones claras… Benissa lo aprovechó y nos castigó con un parcial de 17-5 para darle la vuelta al marcador (34-29).
Y entonces, cuando peor pintaba todo, apareció el alma del equipo. Un robo, otro más, una defensa intensa, una carrera extra. Atou marcó el camino con su energía y su carácter, y el resto siguieron su ejemplo. En unos minutos mágicos pasamos del 37-29 al 37-42. El corazón volvió a latir al ritmo de la lucha.
Benissa no se rindió y se acercó (40-42), pero dos acciones de Itziar decisivas, nos dieron el respiro final para cerrar la victoria (40-46).
No fue bonito, ni fluido, ni para recordar por el juego… pero sí por el orgullo, la fe y la capacidad de levantarse de este equipo. Porque incluso en los días en que nada entra, cuando el balón parece tener vida propia, estas jugadoras siguen creyendo, siguen peleando hasta el final.

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