Sergio Llull se despide de la Selección Española: el adiós del Increíble Hulk del baloncesto nacional.
Se va Sergio Llull. No de las pistas —aún queda magia en esas piernas—, pero sí de la Selección Española. Y con su adiós, no solo cuelga la camiseta uno de los jugadores más icónicos de nuestro baloncesto: se cierra un capítulo dorado, épico, irrepetible. Llull ha sido el último eslabón de una generación de leyenda, y con él se marcha el alma de un equipo que hizo historia.
Llull no ha sido simplemente un jugador. Ha sido garra, corazón, músculo, carácter. El Increíble Hulk del combinado nacional. No por su tamaño, sino por su capacidad para aparecer en los momentos más tensos, en las batallas más encarnizadas, cuando parecía que todo estaba perdido. Cuando más dolía, aparecía él: acelerado, decidido, eléctrico, valiente. Con una mandarina en la mano y la esperanza de un país en los ojos.
Porque si algo definió a Sergio Llull fueron esas mandarinas imposibles: tiros sin ángulo, sin lógica, sin margen… y sin miedo. Canastas que rompían esquemas y redes, que helaban corazones rivales y desataban la locura en las gradas. Cada una de ellas fue una declaración: “Aquí está Llull. Aquí está España”.
Pero más allá de sus highlights, de sus triples increíbles y sus penetraciones kamikazes, su legado es otro: la entrega sin condiciones, el sacrificio constante, la fidelidad absoluta a una camiseta que siempre defendió como si fuera la última vez. Jugó lesionado, jugó tocado, jugó por amor. Por España. Por la familia que se formó en cada Eurobasket, Mundial o Juegos Olímpicos.
Llull no fue el más alto, ni el más fuerte, ni el más talentoso en una selección repleta de genios, pero fue el motor emocional, el pegamento, el ejemplo. Líder sin alardes, sin discursos grandilocuentes, pero con hechos que gritaban más fuerte que cualquier arenga.
Su retirada no solo marca el fin de su trayectoria con la selección. Marca el fin de una Era. La de los Gasol, Navarro, Reyes, Rudy, Ricky… y Llull. Una generación que cambió la historia del baloncesto español. Que puso a España en lo más alto del podio, no una, sino muchas veces. Llull era el último de pie. El último gladiador de una época dorada.
Gracias, Sergio. Por cada grito, por cada caída y cada levantada. Por cada mandarina. Por cada gota de sudor que cayó por esta camiseta. Te vas como llegaste: dejándolo todo en la pista.
Hasta siempre, capitán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario