Estábamos en el inicio de temporada, un mes de octubre del año 2019, todo transcurría con normalidad en el club... tenemos a un jugador en el equipo prebenjamín que es un rayo veloz, un jugador que es capaz de cruzarse el campo de lado a lado mientras todos los demás les cuesta llegar a medio campo, un portento físico, un proyecto de jugadorazo. Pero ese mes de octubre todo cambio, una revisión médica por molestias en las piernas hizo saltar las alarmas en un medico que no lo veía claro, un "Dr. House", agrio, directo, pero profesional como un pino que no se conformo con el típico "dolores típicos del crecimiento"... de urgencias a Gandia, de ahí directamente a Valencia a hacerse pruebas. La peor de las noticias, cáncer oseo en su pierna. El peso del mundo caía encima de toda una familia, de una madre que no podía contener el llanto de desesperación, de un padre cuyas paredes del hospital lo oprimian, lo aplastaban. Una madre que se autoculpaba de no haberse dado cuenta, dolida, haciendose preguntas sin respuesta. Un padre que caminaba sin rumbo definido por las calles de Valencia en silencio en medio del bullicio, pidiendo cambiarse por su hijo "llevate a mi y deja a mi hijo". Una familia destrozada en menos de 24 horas.
La operación fue en las visperas de las navidades de ese 2019. Una operación que nos tuvo a todos con el corazón en un puño, sabiendo lo que nos jugábamos, la vida. Salió bien, la operación fue un éxito, pero ahora empezaba la lucha de verdad. La del día a día. La quimio, la rehabilitación, la lucha diaria, los malos momentos, todo agravado por la época del covid que los aislo más en una época donde tan importante es el apoyo de los compañeros, de la familia, de los amigos. Todas esas semanas en el hospital de Valencia, alejados de su pueblo, de su gente. El paso de los días se hacen eternos, las manijas del reloj parecen no avanzar nunca, el agotamiento de todos es enorme. Una familia que vivía en un tunel cuya salida no se veía cerca. Una familia que no estaba sóla en su sufrimiento. El caso de Javier fue algo que nos tocó a todos, a amigos, compañeros, conocidos... fue una comunión de todos, que unió a todos en un proposito más grande que cualquier cosa que nos rodea.
Poco a poco fue superando etapas, saliendo del hospital, volviendo a clase con sus compañeros, acudiendo a los partidos de su equipo, porque nunca dejó de ser su equipo, para animar a sus compañeros desde el banquillo, siendo uno más en el día a día... entrenando alguna vez en los ejercicios de tiro a canasta, haciendo gala de su maravillosa muñeca desarrollada de forma extraordinaria en esas horas muertas de hospital tirando una pelotita a una canasta.
Y llegamos al último paso, a jugar, en contra de todos los pronósticos, de muchas recomendaciones, en este 2024... por fin lo teníamos de vuelta, vestido de corto, haciendo la rueda de calentamiento del partido, saliendo a jugar cuando el entrenador lo requería, jugando sus minutos, metiendos sus puntos, sus triples, participando del juego, siendo uno más de ellos... ya lo era, lo fue durante todos estos años, pero por fin lo vimos jugar, vimos esa sonrisa, esa cara llena de ilusión, alegría, felicidad... y la de todos sus compañeroas, la de todos los aficionados, la de todo el mundo que era conocedor de su historia. Una historia de superación permanente, de lucha, de sacrificio, de entrega. Una historia de amistad, de compañerismo, de unión. Porque si él era feliz había que ver la cara de sus compañeros cuando por fin lo vieron a su lado dentro de la pista, sus caras de emoción por tenerlo de vuelta, codo con codo, hombro con hombro. Ya no hablamos del extasis de alegría de todos ellos cuando metió su primer triple, era felicidad pura.
La historia de Javier es una lección de vida para todos, es un referente, un estímulo.