Cuando entrenas algo se despierta dentro de ti. Esos momentos en que has planificado, has pensado en el entrenamiento y pones en práctica todo lo que has trabajado en un papel, es un momento especial. Empieza la sesión de entrenamiento. Pero en este papel no pones todo lo que te pueda pasar en esta sesión de trabajo. Alguna jugadora no puede venir, alguna otra no la ves con motivacion, otra se engancha a este carro de la abstención, y quizás alguna sufre alguna indisposición o lesión repentina. Y piensas...eso no es lo que tenía planificado. Así que te reinventas, modificas la sesión y dejas de hacer lo que tenías preparado. Cuando finalizas y te vas a casa, preguntas por la lesionada, por el motivo de no venir al entrenamiento, etc...No sirve de mucho. ya te suponías algunas respuestas, llevamos mucho en eso.
Esa sensación ya la has tenido en alguna ocasión, aunque lejana en la memoria, por suerte. Ese sentimiento de trabajar juntas, ese momento donde te encuentras y hablas de tus cosas, pero estás esperando entrenar para compartir esa pasión, esa ilusión que tiene su punto y seguido, en el partido del sábado. Esos momentos de vestuario, recordados para siempre, donde se ríe, se chilla, se enfada, y que es la cocina de un equipo...Todo eso se pierde. No se puede entender la importancia de un entrenamiento, sin todos esos ingredientes. Ver jugadoras que se ríen antes de salir a la cancha, pero que son capaces de enfadarse ante la ausencia de intensidad, de concentración, de pasión en definitiva, es lo que define la distancia entre un grupo y un equipo. La palabra clave,como siempre, es el compromiso, ese que te lleva al trabajo constante, a la búsqueda de la mejora, y sobretodo de sentir que realmente ese camino no tiene un fin, sino una compensación en ese trayecto, que decidiste iniciar.
A los entrenadores nos cuesta aún entrenar con negativas, nuestra tolerancia a la frustración es baja, y eso que siempre suele ser un síntoma de inmadurez, aquí se convierte en un motor de búsqueda, como "Google", para ver qué encontramos y recuperar nuestra felicidad perdida, ante ese panorama.
Pero solo encontramos "entradas" para superar el día, y esperar que el siguiente sea mejor.
No sé si nos espera este futuro a todos aquellos que amamos el baloncesto. Nos queda la esperanza de que los balones vuelvan a ser naranjas, que los vestuarios huelan otra vez a baloncesto, y que en ellos se cocinen esos grandes grupos, que nos han emocionado a lo largo de nuestras temporadas como entrenadores.
Pero algo hemos de hacer...las canchas se llenan de zapatillas de marca, los banquillos de bebidas isotonicas y los vestuarios "de perfumes" sin pasión.
Aun así seguimos "entrenando".
Esa sensación ya la has tenido en alguna ocasión, aunque lejana en la memoria, por suerte. Ese sentimiento de trabajar juntas, ese momento donde te encuentras y hablas de tus cosas, pero estás esperando entrenar para compartir esa pasión, esa ilusión que tiene su punto y seguido, en el partido del sábado. Esos momentos de vestuario, recordados para siempre, donde se ríe, se chilla, se enfada, y que es la cocina de un equipo...Todo eso se pierde. No se puede entender la importancia de un entrenamiento, sin todos esos ingredientes. Ver jugadoras que se ríen antes de salir a la cancha, pero que son capaces de enfadarse ante la ausencia de intensidad, de concentración, de pasión en definitiva, es lo que define la distancia entre un grupo y un equipo. La palabra clave,como siempre, es el compromiso, ese que te lleva al trabajo constante, a la búsqueda de la mejora, y sobretodo de sentir que realmente ese camino no tiene un fin, sino una compensación en ese trayecto, que decidiste iniciar.
A los entrenadores nos cuesta aún entrenar con negativas, nuestra tolerancia a la frustración es baja, y eso que siempre suele ser un síntoma de inmadurez, aquí se convierte en un motor de búsqueda, como "Google", para ver qué encontramos y recuperar nuestra felicidad perdida, ante ese panorama.
Pero solo encontramos "entradas" para superar el día, y esperar que el siguiente sea mejor.
No sé si nos espera este futuro a todos aquellos que amamos el baloncesto. Nos queda la esperanza de que los balones vuelvan a ser naranjas, que los vestuarios huelan otra vez a baloncesto, y que en ellos se cocinen esos grandes grupos, que nos han emocionado a lo largo de nuestras temporadas como entrenadores.
Pero algo hemos de hacer...las canchas se llenan de zapatillas de marca, los banquillos de bebidas isotonicas y los vestuarios "de perfumes" sin pasión.
Aun así seguimos "entrenando".
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