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viernes, 28 de marzo de 2014

Los mejores "3" (aleros) de la Historia (publicado en 2009)

1.-Larry Bird: El mejor jugador blanco de todos los tiempos. Pasados 30 años sus números mareantes nos resultan de ciencia ficción, más aún con las condiciones que tenía. No era rápido ni era fuerte pero tenía una cabeza que funcionaba eternidades más rápido que la del resto, con precisión matemática, el temple de un cirujano y el instinto de un velocirraptor. Con todo, explicar cómo era posible tal excelencia en todos y cada uno de los aspectos del juego, tanto ofensivos como defensivos, es algo que roza lo paranormal comparándolo con los jugadores que acostumbramos a ver ahora. Su duelo contra Magic es la sublimación del baloncesto. La edad de oro de la liga. Y no salió mal parado: Rookie del año, 3 MVPs, 3 anillos… Lo logró todo. Imposible imaginar un Dream Team donde él no estuviera.
2.-Julius Erving: El carismático “Doctor J”. El pionero de los grandes “voladores” de la liga, obsesionado con crear poesía en el aire. Llegó a la liga algo tarde pues era el icono de la extinta liga ABA, con el balón tricolor y la invención de los concursos de mates. Verle saltar desde la línea de tiro libre, con aquel “afro” al viento y el balón cogido como una mandarina es una imagen que marcó un antes y un después en la historia del baloncesto. Durante aquel período, sus promedios de 30 – 10 (o incluso 30 – 20 en su primera temporada) parecían imposibles para un alero de algo menos de 2 metros. Cuando fue fichado por los Sixers de la NBA, a los 26, su aportación se volvió más “humana” pero le dio para ganar 3 títulos de máximo anotador, un MVP y un anillo. Sus maravillas continúan haciendo furor en todos los recopilatorios de highlights históricos. Espectáculo puro sin despreciar la eficacia. El ídolo de Michael Jordan.
3.- Elgin Baylor: El maldito. 8 finales de la NBA y 8 derrotas, 4 de ellas en 7 partidos a cual más dolorosa. Se trata de otro extraterrestre que hacía temporadas de 40-20 con sólo 1,96m de altura. Pero con los todopoderosos Celtics de los 60 mordió hueso. No hubo nunca un solo hombre que pusiera en mayor problemas a aquel equipo, o al menos así lo aseguraba Auerbach. El auténtico “superman” sometido a la kriptonita del juego colectivo. Aún así siempre disfrutó de honores de campeón por allá donde pasó. Podemos imaginarnos qué hubiera sido de haber logrado 4 o 5 anillos. Lo que no se entiende es cómo es posible que con ejemplos como éste todavía salgan algunos pretendiendo ganar solos. Supongo que será la falta de memoria.
4.- Adrian Dantley: Otro extraño caso de víctima del destino. Fue anotador demoledor, de los más efectivos de la historia, por encima incluso de los más grandes pívots y ni que decir cabe, por encima de cualquier exterior que os pueda venir a la cabeza. Un alucinante 55% de acierto de promedio en toda su carrera y eso que no se trataba de un buen tirador. ¿Cómo fue posible? Su juego al poste era individualmente imparable. Era bajo para su posición, pero fortísimo, pesado y con un centro de gravedad a ras de suelo. Una tanqueta que hacía imposible resistirle la posición a los aleros convencionales. Había quienes optaban por asignarle su defensa al ala-pívot así que os podéis hacer una idea del desbarajuste que llegaba a causar. Después con una rápida suspensión infalible a 3-4 metros, un primer paso demoledor y un amplio abanico de fintas tenía recursos suficientes como para anotar prácticamente cuando le daba la gana. Por desgracia para él nunca encontró su lugar para alcanzar el olimpo. Representó el “antes” de equipos históricos, de los Lakers de Magic, de los Bad Boys, de los Jazz de Stockton y Malone, pero siempre fue traspasado justo antes de poder saborear las “mieles del éxito”, se dice, por un problema de inadaptación y por su estilo absorbente de juego. Alcanzó la final con Detroit en el 88, cuando a duras penas los Lakers se impusieron en 7 partidos. No se hablaba con nadie de aquel equipo y su traspaso por Marc Aguirre fue exigencia expresa de Isiah Thomas. La temporada siguiente, sin él, caería el anillo. La historia de su vida.
5.- Alex English: La década 80 fue el imperio absoluto de Magic, Bird y el monotema Lakers vs Celtics y viceversa. Durante este periodo difícil para el resto de las franquicias pasaría casi desapercibido para las generaciones posteriores el equipo más ultraofensivo y espectacular de toda la historia. Los Nuggets de Doug Moe liderados por English, junto a Vandeweghe que llegaron a ametrallar a sus rivales con nada menos que 125 puntos por partido. En este estilo de juego vertiginoso y deslumbrante English se sentía como pez en el agua. Con más de 2 metros de estatura, unos brazos larguísimos, alta movilidad y una gran capacidad de salto,  tenía una suspensión que el resto sólo podía divisar de lejos. Él fue el máximo anotador de la época dorada del baloncesto, cosa que se dice pronto. Éste es el modelo con el que después hemos disfrutado de los Kings de Adelman, los Suns de D’Antoni o más recientemente los directos herederos en los nuevos Nuggets de George Karl y Carmelo. Por desgracia para todos ellos,  siempre ha tenido su talón de Aquiles en una floja defensa y el resultado de momento es no alcanzar ni una sola final entre todos. Esperemos por el bien del baloncesto que eso cambie algún día.
6.-Dominique Wilkins: El “Highlight” humano. El sentido más brutal del espectáculo. Redefinición del “Monster dunk” o el “Tomahawk” a una o dos manos. La potencia más desatada poniendo a prueba como nunca la dureza de los aros. Cuando él se proponía anotar a su manera más valía apartarse del camino. Un auténtico animal con uno de los físicos más impresionantes de la historia. Su importancia no se traduce en honores colectivos. Habían pocas migajas para repartir, las que dejaban los duelos entre Bird y Magic., así que a sus humildes Hawks no era posible que le cayera ninguna. Pero los que le hemos visto no podremos removerlo de nuestras retinas. Aquellos duelos de mates contra Jordan o Spud Webb hicieron nacer miles de aficionados por todo el mundo. A tirar ahora mismo del Youtube que lo podéis flipar. Ya ha pasado demasiado tiempo sin que le vemos machacar a quien se le ponga por delante.
7.-Scottie Pippen: El secundario por excelencia. El escudero de “su majestad”. La figura de Jordan le ensalza y le devora al mismo tiempo hasta el punto de dudar si era algo sin la grandeza del 23 dándole la sombra. “Algo” parecía ser. Extraordinario defensor, cada cosa que hacía en ataque rebosaba clase. Era un 2,01 que podía ejercer de base o rebotear y jugar al poste como un ala-pívot. Podía correr, podía tirar y podía penetrar. Uno de los jugadores con una mayor combinación de versatilidad y talento que hayan pisado la liga. Pero con todas sus virtudes, quizás la más importante fue asumir con honradez un papel demasiado oscuro para alguien de su talento. Hay quien lo interpreta como un defecto: Falta de ambición, como para ganar 6 anillos y ser pieza clave en los dos mejores equipos de la historia, los Bulls de los 90 y el Dream Team. Todo es opinable.
8.-John Havlicek: Hondo era el jugador exterior total. Una piedra en el muro de las lamentaciones en el que se convirtieron aquellos Celtics. De base, escolta o alero, de entrada era un defensor asfixiante. El “¡Havlicek steals de ball!!” es frase mítica en la historia del baloncesto, aunque paradójicamente ni siquiera sepamos cuantos robos acumuló en su carrera. Eficaz reboteador, en ataque era muy buen distribuidor y anotador. Pocas dudas tenemos de que sus prestaciones hubieran mejorado aún más de existir línea de tres. Siendo “actor de reparto”, como todos en aquellos Celtics de Auberbach, su papel “secundario” llegó a alcanzar casi los 30 puntos, 9 rebotes y 7,5 asistencias de promedio en alguna temporada. Casi nada. 8 anillos de puro mito.
9.-Richard Francis Dennis Barry III/ Rick Barry: El único jugador de la historia con el título de máximo anotador de la NCAA, la ABA y la NBA. Un jugador altísimo para la época y la posición, por encima de los 2 metros, y como buen patriarca de la saga Barry de fundamentos perfeccionistas, aunque no lo era tanto su carácter competitivo, de difícil digestión para todo el mundo. Ofensivamente era imparable y, desde la línea de tiros libres, infalible. Sumando toda su carrera, incluida la ABA, sólo Baylor, Chamberlain y Jordan anotaron más que él durante todo el siglo XX. Con los Warriors fue capaz de ganar un anillo y un subcampeonato. Qué hubiera dado Don Nelson por tenerle a sus órdenes… aunque lo mismo le hubiera puesto a jugar de pívot. No os extrañe.
10.-James Worthy: Ser la punta de lanza del “Showtime” te convierte automáticamente en leyenda. Ningún tipo de 2,06 ha corrido así el contraataque. En ese equipo sabías que si eras rápido tenías muchas posibilidades de reventarla y Worthy ahí era una flecha imparable cuando llegaba lanzado. En la regular era un buen jugador… pero llegaba la postemporada y cuidado, que todo en él crecía. Más fuerte, más rápido, más alto… e incluso menos feo. Cualquiera decía que entonces que era la tercera espada de Jabbar y Magic. 3 subcampeonatos y 3 anillos. MVP de las finales del 88. Nadie le obligó a correr hacia detrás al “Pájaro” como lo hizo él.

martes, 25 de marzo de 2014

Ascenso del Senior "B"

El equipo Senior B ha conseguido el ascenso de forma matemática ttica ipo Senior B ha conseguido el ascenso de formamatem_______________________________________________________________________ras vencer en este último partido de casa (al parecer no fue un partido muy bueno pero eso lo dejo para quienes lo vieran, que no es mi caso). De aquí quiero felicitar a todos los jugadores del equipo y al entrenador por el logro conseguido después de muchos años (hubo años en los que estuvimos cerca de conseguirlo pero algún traspiés inesperado nos lo impidió, otros años conseguimos salvar la categoría in extremis… al final se ha podido conseguir y me gustaría reconocerle este mérito de forma especial a dos personas que han estado ahí siempre, desde los inicios de este segundo equipo, como son Paco Sempere –en todas las versiones, jugador, entrenador y entrenador jugador- y a Miguel Angel Parra –en todas las versiones como al igual que Paco- han sido muchos años y se lo merecen…)
El equipo ha firmado un ascenso espectacular tras no haber perdido ningún partido hasta el día de hoy en lo que va de temporada, es uno de los equipos con más calidad que hemos tenido (ha habido otros de mucha calidad e incluso más completos como aquel primer equipo con gente como Arnau, Josep, Manel, Francesc, Salva y otros tantos… o como aquel con Boro, Quique, Javi, Sergi… pero este equipo desde el principio ha tenido ese “algo” diferencial… ese gen competitivo y ganador que les ha hecho ganar los partidos en duelos directos con grandes actuaciones y no han caído en las ”trampas” de caer en ciertos campos donde nadie espera perder pero que vas relajado y te la hacen)
No todo ha sido positivo, el equipo ha tenido momentos complicados, ambientes enrarecidos y discusiones que no llevaban a ningún lado… pero todo esto ha sido muy bien gestionado por el entrenador poniendo a cada uno en su sitio y el equipo ha salido fortalecido de todo ello.
Dar la enhorabuena a todos: Nicolau Pallares (gran temporada la suya, siendo uno de los lideres del equipo y no lo digo por sus actuaciones individuales ni sus números estadísticos, lo digo por su saber estar y por la madurez que ha demostrado para ejercer el liderazgo que se espera de un base y de un puntal del equipo), Pepe Soler (que ha ido creciendo con el paso de los partidos, acabando muy bien la temporada tras unos inicios de dudas… su papel debe ser muy importante en el futuro), Alex Escamez (un jugador desequilibrante como pocos, y no solo de esta categoría, tiene un 1x1 y un tiro que para si quisieran muchos jugadores de autonómica… le falta ganar en tranquilidad y madurez, eso pasará con los años como le ha pasado al hermano), Alex Tomas (el día que centre la cabeza será el mejor jugador de este club, hay jugadores con más calidad y con más potencial pero este tiene algo que no se entrena, que se tiene o no se tiene, que se nace con ello… ese gen competitivo que ralla la obsesión y lo saca en cada partido, en cada entrene, en cada pachanga… eso lo hace único, pero ojo, debe controlarlo porque al igual que lo puede convertir en el mejor le puede acarrear muchos problemas, esto es un juego de equipo), Sergi Campos (ha tenido muchos momentos de altibajos pero es un jugador que siempre ha aportado trabajo y entrega cumpliendo con el cometido que le ha pedido el entrenador), Joan Carrasquer (que no ha podido jugar mucho debido a una lesión, esperemos que se recuperé y pueda jugar el año que viene), Andres Fuster (un jugador recuperado para la causa, físicamente esta mejor que nunca pero ahora le falta recuperar el nivel de juego y calidad que tiene dentro y que depende de él volver a sacar… me ha sorprendido muy gratamente su madurez en cuanto a saber amoldarse al rol que ha tenido que desempeñar con la subida de los “jóvenes” haciendo piña), Raúl (lo hemos recuperado este año, un especialista y un jugador de equipo, no haciendo cosas raras y jugando siempre para el equipo, poniendo madurez y saber estar en momentos complicados) Jordi (una nueva adquisición, jugador que ha tenido que amoldarse a las necesidades del equipo jugando en posición de “4”), Juanvi Salamanca (va sobrado en esta categoría, su capacidad defensiva no es de esta liga… jugador clave que nos ha dado mucho durante todo el año, incluso jugando partidos en el “A” donde su aportación ha sido incluso más desequilibrante que aquí… si no se perdiera en batallitas sería un jugadorazo), M.A. Parra (cuando había partidos en los que nadie anotaba y el rival se encerraba en zona y no había forma de romperla, salía iba él y zas, un par de triples y asunto resuelto… que hubiera un partido en el que estando jugadores como Nico o los Alex en pista el que sufriera marcajes dobles fuera él lo dice todo)… y Paco Sempere (en su complicada doble función de jugador-entrenador que le ha hecho jugar menos minutos de los que por rendimiento y nivel ha merecido, siempre que ha estado en pista le ha dado solidez defensiva al equipo, sobre todo en partidos de mucho pique… clave descentrando a los mejores jugadores rivales).

Felicidades a todos y a seguir ganando hasta final de año.

Sr. Masculino: C.B. Oliva "A" ... 60 - 54 ... El Pinoso


1º Periodo (8-10): El equipo sale con una buena predisposición defensiva pero en ataque estamos atascados no, lo siguiente… nos cuesta barbaridades meter canastas, solo Víctor Vidal esta acertado cara al aro, siendo el artífice de los 6 primeros puntos del equipo (aunque pudiendo haber metido unos cuantos más)… además nos costaba correr, no salíamos todo lo rápido que pudiéramos, el primer pase era lento y no corríamos bien por los diferentes carriles… a pesar de ello tenemos muchas opciones fáciles de canasta que no concretamos.
2º Periodo (16-7 de parcial que nos hace llegar 24-17 al descanso): El equipo comienza a carburar poco a poco, Carles Oltra se comienza a enchufar en ataque y cuando pasa eso el equipo sube varios peldaños de nivel… a partir de ahí todo es más fácil y sin hacer un juego vistoso y espectacular el equipo si que se muestra solido detrás y eso nos hace ponernos delante en el marcador y con la sensación de romper el partido cuando nos lo propongamos.
3º Periodo (21-20 de parcial… acaba el periodo con un 45-37): el periodo más vistoso, pero no el mejor, el equipo carece de solidez en defensa (que de haberla tenido nos hubiéramos escapado de forma definitiva en el marcador) que se compensa con un mayor acierto en ataque… ocasión perdida de sentenciar.

4º Periodo (15-17 de parcial… final de partido: 60-54): Se hace la goma todo el periodo, no nos escapamos pero no dejamos que se acerquen demasiado… periodo controlado, sin brillantez pero con oficio (que es lo que hace que un equipo pueda estar ahí arriba, siempre no se puede jugar bien y es el oficio el que te hace ganar estos partidos que luego te hacen estar ahí arriba) 

lunes, 24 de marzo de 2014

Sr. Femenino: C.B. Oliva ... 57 - 59 ... Bocairent


Antes que nada decir que si no comente el partido de la semana pasada es porque no pude verlo en su mayor parte al ser descalificado y eso de hacer comentarios y valoraciones de partidos que no veo es algo que esta por encima de mis posibilidades, así que se lo dejo a esa panda de expertos anónimos que seguro que han hecho sus valoraciones al respecto.
El partido contra el Bocairent fue un partido lleno de emoción y de intensidad que al final gano el equipo que menos fallo… porque ambos equipos no estuvimos acertadas cara a canasta, fallando canastas muy fáciles y al final se decanto del lado rival como se podría haber decantado del nuestro… fueron justas vencedoras igual que lo hubiéramos sido nosotras de haber ganado.
1º Periodo 9-13
2º Periodo 20-17 (29-30)
3º Periodo 9-14 (38-44)
4º Periodo 19-15 (57-59)
Planteamos el partido como siempre que jugamos contra este equipo… “vamos a correr y a defender con máxima intensidad y mucho ojo con las hermanas…” y lo hicimos casi todo bien, pero al baloncesto se gana metiendo canastas y cara al aro no estuvimos acertadas y hubo momentos en los que nos faltó agresividad y determinación para entrar fuerte a canasta… nuestra defensa sobre la base rival fue muy buena, la dejamos solo en 2 puntos (que los metió de tiro libre), pero a pesar de hacer solo 2 puntos fue la jugadora que gano el partido (a mi modo de ver)… no anotar no la descentró, no perdió el control y no se desquició en ningún momento con la defensa que le hicimos (sobre todo Angels, aunque no solo ella) y supo llevar el ritmo de juego en ataque que le convenía al equipo y encontrar a las compañeras mejor situadas así como apartarse del juego sin la ansiedad de tener que tener el balón en las manos… dio una lección de saber estar con y sin balón y jugando para las compañeras…
Mejoramos respecto a partidos anteriores en intensidad y sobre todo en la calidad de los pases… aunque estamos lejos de nuestro mejor nivel a la horade crear juego y perdimos balones que no se deben perder al menos ya no fue el despropósito de las últimas jornadas, conseguimos hilvanar algunas buenas jugadas y el equipo jugó con criterio en muchas fases del encuentro, sabiendo buscar las mejores opciones y encontrando buenas opciones de 1x1 y de tiros cómodos… ese es el camino a seguir en los próximos partido… ese y acertar cara a canasta, porque si la pelotita no entra por el aro todo lo demás sirve de bien poco.

NOTA: la fuerza de este equipo es el conjunto, las individualidades enriquecen el juego y fortalecen al equipo pero que quede claro que aquí ganamos y perdemos todas juntas… da igual quien meta los puntos, la que los mete es gracias al trabajo de todas… luego esta claro que normalmente habrán jugadoras que por condiciones y por roles marcados tendrán más opciones.

viernes, 14 de marzo de 2014

Larry Demetric Johnson, cumple hoy 45 años...

Artículo de Guillermo García Arroyo en Marca (21-marzo-2013):

Si los hermanos Grimm hubieran reescrito hoy la célebre historia de Caperucita Roja (el original es una fábula oral de origen medieval), seguramente habrían escogido como figura del lobo disfrazado de abuelita a este hercúleo ex jugador de baloncesto que durante los 90 se encargó de amedrentar a los aros rivales como hace el animal con la célebre niña de la capa carmesí.

Me refiero, claro está, a la abuelita menos dulce y más cruel que ha dado la NBA: Larry Demetric Johnson. Un jugador todo potencia y físico que ha venido a mis recuerdos ahora que tanto se habla de grandes matadores como LeBron James, DeAndre Jordan, Blake Griffin, Faried o JaVale McGee y que tuvieron un gran predecesor en la figura de este 4x4 que no sentía compasión alguna por los aros. Una fuerza de la naturaleza que no tenía reparos en enfrentarse a jugadores mucho más grandes que él, gracias a un físico portentoso y, también, a una gran habilidad.




El poderoso ala-pívot nació hace ahora 44 años en la pequeña localidad de Tyler, Tejas, un 14 de marzo de 1969. En pleno año de las flores, con todas las miradas puestas en la ciudad hippie por excelencia, San Francisco, y en el concierto de Woodstock, con todo su mensaje de paz y amor, la familia Johnson vivía ajena a aquellas dos palabras.

El joven se crió en un hogar desestructurado tras la marcha de su padre. Su madre, Dorothy, tenía que hacer verdaderos malabarismos para poner un plato de comida en la mesa para Larry y su hermana, Serwana (junto a ellos también vivían una tía y dos primos). Circunstancia que pronto llevó a Johnson a conocer el lado menos amable de la vida y forjó un carácter indómito y rebelde ante cualquier injusticia.

Eran tiempos difíciles, la comida escaseaba y poder comprar algo de ropa nueva o algún juguete de primera mano era impensable. Fue entonces cuando todo cambió para Larry. En el invierno de 1978, Johnson anhelaba, como el resto de niños de su edad, poder tener una bicicleta. Ante la imposibilidad de poder comprarla, Larry decidió robarla y mientras pedaleaba en libertad, la Policía le detuvo por el hurto del vehículo. 

Larry, que no sabía cómo decírselo a su madre, encontró en su experiencia con los agentes su castigo. Pero a su vez, su salvación. Una vez en comisaría a ninguno de los presentes se les pasó por alto el tamaño de aquel niño y le propusieron que para pagar por su delito se pasase por el gimnasio de la Policía para ponerse unos guantes de boxeo. No era el deporte que Larry tenía en mente cuando por las noches soñaba con ser un gran atleta, pero podía valer.

Muy pronto Johnson comenzó a destacar en el cuadrilátero, donde permaneció cuatro años como miembro de la Liga juvenil de la Policía. Su cuerpo aumentaba de tamaño cada día que pasaba y su habilidad para el deporte no pasaba desapercibida a nadie. Hasta el punto de que sus compañeros de clase le votaron como el alumno con más posibilidades de triunfar en la vida. Y no se equivocaron, aunque no fue con unos guantes y encerrado entre 16 cuerdas.

En su último año como púgil, Johnson descubrió también sus grandes habilidades frente a la canasta y con el balón ovalado del fútbol americano. Fueron sus números en su último año de instituto los que le hicieron decantarse por el esférico naranja. Ahí estaba el futuro brillante (y económicamente fructífero) que tanto anhelaba desde niño. Larry decidió aumentar el ya de por sí imponente físico que la naturaleza le había regalado y consumía horas de gimnasio con una voracidad desmesurada.




Su último curso en el Skyline High School le convirtieron en una figura a nivel nacional hasta el punto de llevarle al McDonald's High School All American Team. Las universidades de todo Estados Unidos se rifaban a aquél ala-pívot que apenas sobrepasaba los dos metros de altura, pero que se comía literalmente a rivales mucho más grandes que él gracias a su privilegiado y trabajado físico.

Sin embargo, aquella obsesión por el gimnasio, ese culto al cuerpo desmedido, le llevo a olvidar los libros. Así, sus bajas calificaciones le jugaron una mala pasada y tuvo que ver pasar el tren universitario para pasar un año en un 'college' con el objetivo de mejorar sus notas. Se matriculó en el pequeño Odessa College y pronto dejó muestras de su calidad imponiendo una tiranía que duraría dos años. Durante sus dos temporadas en el college tejano, Johnson promedió 22,3 puntos en su primera campaña y 29 en la segunda, siendo premiado en ambos cursos con el galardón National Junior College Athletic Association. Es, hasta la fecha, el único jugador que ha conseguido ganar este trofeo en dos años consecutivos.

El nombre de Johnson no tardó en aparecer en las quinielas para el draft de 1989. Una hornada con nombres como Glen Rice, Tim Hardaway, Shawn Kemp o Vlade Divac que, sin embargo, se quedó huérfana de uno de los nombres llamados a dominar la Liga en la siguiente década. Larry se dejó embelesar por el 'Tiburón' Tarkanian, entrenador de la Universidad de Las Vegas, para enfundarse la camiseta de los Runnin' Rebels durante otras dos temporadas.


No se equivocó. En un equipo con futuros NBA como Stacey Augmon o Greg Anthony, Johnson era el líder, el dueño de aquel equipo que enamoraría al país entero. El ala-pívot no tardó en hacerse con los mandos de un equipo que escribiría una de las páginas más gloriosas del baloncesto universitario y la mejor prueba de ello fue un nuevo galardón en las vitrinas de Johnson al ganar el premio al Mejor Jugador de la temporada en la Big West. Pero lo mejor estaba por llegar.


Johnson condujo a Tarkanian y a sus chicos a la Final Four de la NCAA. Un territorio que parecía exclusivo para la prestigiosa Universidad de Duke. Sin embargo, Larry hizo honor al apodó con el que se conoce a la universidad de Nevada y se rebeló contra el poder establecido. Se plantó en la final tras derrotar a Georgia Tech en la semifinal, para enfrentarse a los míticos Blue Devils de 'Coach K' y Christian Laettner. Las apuestas eran claramente favorables al equipo de Durham, Carolina del Norte. Sin embargo, Johnson se puso el traje de lobo disfrazado de abuelita y destrozó a Duke con 22 puntos y 11 rebotes, liderando la victoria de los Rebbels por 103-73, la mayor paliza en una final universitaria.

Era el colofón a una temporada de ensueño. Una campaña que no se volvería a repetir. Al menos como equipo. Una denuncia por irregularidades a la hora de reclutar jugadores estuvo a punto de dejar a Johnson y a los Rebbels sin la posibilidad de defender título. Sin embargo, Tarkanian llegó a un acuerdo con la Liga y los Rebbels pudieron volver a las canchas.

Como agradecimiento, regalaron al público una temporada inmaculada con un récord de 27-0 y una media de 26.5 puntos de ventaja por encuentro. Una salvajada de promedios que llevaron al equipo a ser considerado uno de los favoritos para hacerse de nuevo con el título universitario. Sin embargo, en las semifinales de la Final Four, Las Vegas volvió a encontrarse con Duke, que les devolvió la moneda, dejándoles a las puertas de su segunda final tras vencer por 79-77. Johnson conocía el amargo sabor de la derrota y ni siquiera los numerosos premios individuales de la campaña (Mejor Jugador de la Big West, el prestigioso galardón John R. Wooden y el Naismith Player of the Year) consiguieron consolarle.

Terminado el periplo universitario había llegado el momento de dar el salto a la NBA. Nadie dudaba de que Johnson sería el primero de su promoción y cuando los Hornets, todavía en pañales, tuvieron que elegir no lo dudaron y no dejaron escapar al ala-pívot del futuro. Un jugador capaz de dominar desde sus 2,01 a rivales mucho más poderosos. El nombre de Larry Johnson salía de la boca de David Stern como la primera elección del draft de 1991, por delante de otros como Kenny Anderson o Dikembe Mutombo, y su impacto en la Liga no se hizo esperar.



Johnson llegaba a una franquicia en pañales y pronto se hizo con las riendas del equipo. Sus números impresionaban y aunque no fue capaz de llevar a los Hornets a sus primeros 'playoffs' sembró las primeras semillas de un futuro brillante para el conjunto de Carolina del Norte como uno de los equipos con más potencial y más atractivos de ver. Y él era el principal reclamo. Terminó su primera campaña con el premio al Novato del Año en el bolsillo gracias a sus medias (19,2 puntos; 11 rebotes y 3,6 asistencias), fue segundo en el concurso de mates y se convirtió en un icono gracias al contrato firmado con Converse.

Una relación comercial que le convertiría en 'La abuelita' de la NBA gracias a una campaña en la que aparecía machacando el aro disfrazado como una abuela. Una campaña que estuvo a punto de no ver la luz jamás ("Creía que iba a ser de Nike", aseguró el jugador en su momento), pero que finalmente se llevó a cabo tras convencer al jugador de que iba a compartir rodaje con Magic Johnson y Larry Bird. "Me comentaron que haríamos un anuncio los tres, en el que ellos saldrían diciendo "lo hemos creado, el jugador de baloncesto perfecto". Larry diría "tenemos que ponerle el nombre de Larry", a lo que le replicaría Magic "tenemos que ponerle el nombre de Johnson... "¡Larry Johnson!". Así me convencieron y firmé".

Acababa de nacer 'Grandma' Johnson. Su lucrativo contrato con Converse y el que firmaría con los Hornets tras la siguiente temporada (84 millones de dólares por 12 temporadas) le llevarían a adelantar al mismísimo Michael Jordan en la lista de ganancias de la NBA. Sin embargo, Johnson nunca dejó que el dinero se le subiera a la cabeza. Es más, aprovechó su nueva condición para ayudar a su comunidad. Construyó un centro para los más jóvenes a las afueras de Dallas, en Dixon, donde creció y donó más de un millón de dólares a causas benéficas. "Soy el único que ha logrado salir del barrio, pero aquí sigue habiendo la misma mierda. Drogas, delincuencia...", declaró tras construir un centro de ocio para los niños. Aún hoy sigue siendo un miembro activo de la comunidad y uno de los mayores donantes para sacar al distrito de Dixon de la pobreza.

Pero volvamos al baloncesto. Tras ver como los Hornets se quedaban a las puertas de los 'playoffs' en su primera temporada, Johnson quedó un tanto frustrado y dedicó todo el verano a trabajar en cuerpo y alma para llevar a su equipo un paso más allá. La suerte en este caso acompañó a Larry y los Hornets volvieron a tener suerte la noche del draft. Les tocó escoger en segundo lugar y usaban su elección para hacerse con los servicios de Alonzo Mourning (ya hablaremos de él aquí en otro momento) y conformar uno de los juegos interiores más poderosos y con más proyección de toda la NBA.

Los nuevos Hornets, liderados de nuevo por Johnson, por fin consiguieron hacer realidad su sueño y llegar a la postemporada. 'Grandma' y 'Zo' hacían estragos en las zonas rivales y ponían a Charlotte en el mapa NBA. Johnson se hacía un nombre en la Liga y era incluido en el segundo quinteto de la Liga gracias a sus 22 puntos y 10 rebotes de media por encuentro. Además, hizo su primera aparición en un All Star al ser elegido por los aficionados para formar parte del quinteto del Este. Un premio y un reconocimiento a su impacto en la NBA. Aunque para Larry lo importante era ganar y ser candidatos a pelear por el anillo. Así, cuando llegaron a sus primeros 'playoffs' Johnson volvió a dar un paso más en su juego y de su mano los Hornets eliminaron a los Celtics en primera ronda, antes de ser apeados por los Knicks en semifinales de conferencia.

Parecía que aquél era el primer paso en su camino hacia la gloria. Sin embargo, las lesiones se cruzaron pronto en el camino de este poderoso ala-pívot y en su siguiente temporada se perdió gran parte del campeonato por una lesión en su espalda cuando apenas se llevaban disputados 20 partidos de temporada regular. Una dolencia que, sin embargo, no le apartó de participar con Estados Unidos (en el denominado 'Dream Team II') en el Mundial de Toronto y colgarse la medalla de oro, su mayor logro colectivo en el plano colectivo.

La dolencia en la espalda le hizo perder explosividad y tuvo que cambiar su juego radicalmente. Johnson ya no machacaba los aros con la potencia de antaño y tuvo que alejar su radio de acción hacia el perímetro. Su producción no mermó (18,6 puntos; 7,2 rebotes y 4,6 asistencias) y con él, Mourning y el fichaje de Robert Parish, los Hornets volvieron a los 'playoffs' tras llevar por primera vez a la franquicia a superar las 50 victorias en temporada regular. En la postemporada la suerte les fue esquiva y pese a tener el factor cancha a favor, se encontraron con un renacido Michael Jordan (acababa de volver de su primer retiro) y cayeron eliminados a manos de los Bulls a las primeras de cambio. Era el final de una breve historia de éxitos en Charlotte.

Las fricciones entre las estrellas del  equipo no tardaron en aparecer, lo que llevó a Mourning a hacer las maletas y poner rumbo a Miami. Fue una victoria parcial para Johnson que, vio como una temporada más tarde, y después de no haber sido capaz de llevar de nuevo a los Hornets a los 'playoffs', tenía que marcharse rumbo a la Gran Manzana para formar parte de los Knicks.

Un cambio que Johnson no aceptó en un primer momento, puesto que llegaba a una franquicia con un rey único y todopoderoso, Pat Ewing. Johnson tuvo que volver a amoldar su juego y adaptarse a un rol más secundario. 'Grandma' perdía protagonismo en ataque, pero pronto entendió que su sacrificio iba en beneficio de una causa común. Se destapó como un buen lanzador de perímetro, adaptando su juego al de un alero más que al de un ala-pívot (su espalda ya no le permitía fajarse con gente más grande que él) y en defensa aprovechaba su físico para frenar a cualquier '3' que tuviera enfrente.



Su sacrificio tuvo recompensa en la temporada 98-99, la del primer 'lockout', cuando de su mágica mano los Knicks llegaron a las Finales de la NBA. Johnson apareció en el momento justo para evitar que las Finales de Conferencia viajasen a Indiana con ventaja para los Pacers cuando, en el tercer partido, anotó un 3+1 a falta de unos segundos para la conclusión del choque y daba la ventaja parcial de la serie a los Knicks. Johnson recibió a falta de 11 segundos ante Antonio Davis y agotó el bote hasta levantarse desde más allá del arco y anotar el triple, consiguiendo, además, sacar la falta del rival. Una canasta que provocó el delirio en el Madison y que sería su mejor canasta en su carrera NBA. Luego, en las Finales, los Knicks perdían a Ewing y los Spurs de Robinson y un joven Duncan se llevaban el anillo del asterisco, como lo definió Phil Jackson por haberlo logrado en una temporada incompleta.



Fue en aquella serie ante los Spurs cuando Johnson sacó su lado más radical y reivindicativo al referirse a los Knicks como un puñado de "esclavos rebelados". Unas declaraciones que encontraron respuesta en otra leyenda NBA como Bill Walton, que tachó sus palabras y su actuación ante los Spurs de "desgraciadas". 'La abuelita' sacó su lado menos tierno y respondió a Walton. "Decirle a Bill que investigue en su pasado y que vea cuántos esclavos tenían sus antecesores", aseguraba Larry para contestar al ex pívot, que siguió con su discurso. "Aquí está la NBA, llena de jugadores de color, llena de oportunidades... pero, ¿qué sentido tiene? Vuelvo a mi barrio y la gente está entre rejas o vendiendo droga y yo tengo que estar feliz y orgulloso por haber tenido éxito. Y lo estoy, pero no puedo pasar por alto lo que hemos pasado durante años y que seguimos estando en lo más bajo de la pirámide social". 

A partir de ese momento, la batalla racial y la lucha por ayudar a los suyos fue el 'leit motiv' de este jugador que dejaría en un segundo plano el baloncesto hasta que, una temporada más tarde, se veía obligado a colgar las botas por sus dolencias crónicas en la espalda. Era el adiós de un guerrero, de un jugador fiero como pocos y que nunca tuvo miedo a enfrentarse a rivales mucho mayores. 

Era el último cuento de la abuelita menos tierna y dulce que la historia recuerda. Un predecesor de los caníbales de los aros que ahora pueblan la NBA y que cambió el ganchillo y las galletitas por derribar, uno a uno todos los aros de la NBA con mates poderosos y triples estratosféricos. Un icono de la nueva NBA.

jueves, 13 de marzo de 2014

Recordando a Reggie Lewis, un corazón indomable (por Guillermo García Arroyo en Marca)

Aún recuerdo mi primer contacto directo con aquella camiseta verde que tanta mística e historia encerraba entre su tela de rejilla. Fue en 1988, mes de octubre. Una tribu (o al menos eso creía yo que eran) con uniforme de guerra verde y botas por encima de los tobillos aparecía por las tablas del vetusto Palacio de los Deportes de Madrid para enfrentarse a rostros más familiares como los de Petrovic y Martin.

Aquel infante estaba dando sus primeros pasos en el mundo del baloncesto y, enamorado por aquella pelota naranja, quise saber más de sus figuras y sus leyendas. Empecé a escuchar nombres como el de Sabonis, Petrovic o Corbalán y a interesarme por aquellos jugadores sobrehumanos que se batían en cruentas batallas al otro lado del charco.


Era la época de los Magic, Erving, Kareem, un joven llamado Jordan y, por supuesto de Larry Bird y sus gloriosos Celtics. Por eso, cuando mi padre me ofreció la posibilidad de ver a esos gigantes en directo, la respuesta fue sencilla. Y fue entrar en el viejo recinto madrileño y darme cuenta de que aquel partido nada tendría que ver con los del Madrid y los del Estu que ya había tenido ocasión de presenciar. Aquello era otra cosa.


Embelesado no sé si por la mistica de aquel uniforme no podía quitar los ojos de aquel hombre rubio que apenas podía saltar pero que metía el balón por el aro una y otra vez durante la rueda de calentamiento. Sin embargo, en un momento de despiste, mis ojos me jugaron una mala pasada y me hicieron fijarme en otro de esos colosos llegados allende los mares.


Se trataba de un joven que agarró el balón con una mano dio dos botes con la derecha y se lo cambió a la izquierda para iniciar la carrera de entrada a canasta. A unos tres metros del aro inició el salto y desplegó las piernas con la elasticidad propia de un Grand jeté de Nureyev para dejar la pelota suavemente en el aro. Era Reggie Lewis.


Aquel partido ante el Madrid fue el de Bird. Nadie más que él podía acaparar la atención de los focos. Pero yo no podía quitar la vista de aquel esteta que con su entrada me embelesó. Lewis pasó sin pena ni gloria por Madrid. Apenas pudo pisar las tablas y su aportación quedó en sólo cinco puntos. Pero eso sí, había ganado un fan para toda la vida.


Un aficionado que recuerda a la perfección su primer contacto (visual, eso sí) con su ídolo y, por desgracia, también guarda en la memoria aquel fatídico 27 de julio de 1993, apenas cinco años después, en el que el alero de Baltimore perdía la vida en el parquet de la Universidad de Brandeis, donde se encontraba entrenando.


Lewis fallecía a los 27 años de edad y sólo un año después de heredar la franquicia más laureada de la historia en la NBA. Un fatídico destino que le aguardaba cuando las crónicas le esperaban para otro tipo de gestas. Fue el final más abrupto para una incipiente carrera a la que todavía tenían reservados muchos momentos de gloria.


Y es que el alero había nacido por y para el baloncesto. Con él consiguió alejarse de ese Baltimore de crímenes y drogadicción que muchos años después descubriríamos en 'The Wire', aferrado a su hermano mayor Irving. Con gesto serio y la timidez por bandera, Reggie jugaba con su hermano y pronto le pasó tanto en estatura como en calidad, aunque eso no le valiera para ganarse un puesto en el Patterson High School, donde jugaba su admirado Irving. Reggie fue cortado y no pudo cumplir su sueño. O quizás estaba dando paso a otro.


Tras ser rechazado en Patterson, Lewis lo intentó con los 'poetas' de Durban. Allí se encontraban Tyrone 'Mugsy' Bogues, Reggie Williams y David Wingate. Reggie se ganó un hueco en un equipo que haría historia tiempo más tarde. El entrenador no lo dudó ni un solo segundo. Aquel chico que apenas hablaba con nadie en la cancha tenía algo. Un primer paso demoledor, el tamaño perfecto, la velocidad adecuada y un tiro infalible que le reservaban un sitio entre los grandes.


Junto a los 'Poetas', Lewis convirtió a aquel equipo de Baltimore en el mejor conjunto del país tras firmar en su último año de instituto la temporada perfecta y finalizar como campeones nacionales y un balance de 31-0. Una temporada irrepetible que, sin embargo, no le valió para firmar por una de las grandes universidades del país.


Fue la Northeastern University de Massachussetts la que se llevó el gato al agua y se hizo con los servicios de un Lewis que desde el principio se hizo notar. Un novato que se hizo un hueco entre los mayores a base de anotar, pero también gracias a una dureza defensiva desconocida hasta entonces.


"Era un auténtico competidor. Recuerdo una noche que escuché algo en el pabellón y me acerqué a ver qué era. Allí estaba Reggie, junto a Andre LaFleur, jugando un uno contra uno en toda la cancha, algo que no había visto en mis 40 años de entrenador. Si no les llego a frenar hubieran seguido toda la noche", recuerda ahora su entrenador universitario, Jim Calhoun. Una prueba más de la pasión de Lewis por el baloncesto.


Ese amor le llevó a convertirse en el amo y señor de los 'Huskies' durante las cuatro temporadas en las que estuvo allí y en las que promedió más de 22 puntos y casi ocho rebotes por partido. Unas medias que llamaron la atención de los Celtics desde el primer momento y cuando llegó su turno para escoger en la noche del draft de 1987, sorprendidos de que nadie hubiera aprovechado esa ganga, no lo dudaron y pronunciaron su nombre.


Lewis aterrizaba en la franquicia más exigente de la NBA y con tres jugadores como Bird, McHale y Parish que no iban a dejar que aquel novato se les subiera a las barbas a las primeras de cambio. La NBA, por aquel entonces, tenía sus ritmos y los novatos, por muy buenos que fueran, no eran más que suplentes de los más veteranos y consagrados.


Ese estatus apenas duró una temporada. Lewis fue entrando en la rotación de los Celtics en su segundo año y fue haciéndose, poco a poco, con el mando de las operaciones del equipo mientras Bird y compañía cedían el testigo de manera gradual. Así hasta llegar a la temporada 91-92, cuando por fin, Reggie se quedó como rey único.


Bird, acuciado por sus continuos problemas de espalda daba el relevo y Lewis pasaba a ser la superestrella, el jugador franquicia de Boston. El alero asumió los galones con la misma naturalidad que exhibía en la cancha y subió sus prestaciones hasta alcanzar la condición de 'all star' por primera vez en su carrera y llevaba a los Celtics hasta las semifinales del Este con una espectacular media de 20.8 puntos por partido. Ya nadie dudaba de su condición. Y menos después de ser el único jugador que ha conseguido taponar a Michael Jordan cuatro veces en un mismo partido.

La temporada siguiente arrancó con la retirada definitiva de Bird tras ganar el oro olímpico en Barcelona. Lewis se quedaba solo al frente de la nave y respondió como de él se esperaba. Volvió a liderar a la franquicia en anotación y aunque no repitió presencia en el All Star sí fue capaz de llevar a los Celtics a los 'playoffs' y con factor cancha a favor al terminar cuartos del Este la temporada regular.

Sin embargo, toda la alegría que suponía ver que los Celtics estaban en buenas manos con Lewis al frente se desvanecieron en primera ronda de los 'playoffs'. En el primer partido de la serie ante Charlotte, a punto de terminar el primer cuarto, Lewis se desplomaba sin explicación aparente y su cuerpo quedaba tendido en las tablas del mítico Boston Garden.


El corazón del Garden se detuvo. Sin embargo, el jugador volvió a la cancha apenas unos minutos después. Se despojó del chandal y entró dos minutos más en la pista. Fueron sus últimos momentos como jugador de baloncesto.


Tras serle diagnosticada una anomalía cardiaca, Lewis se despidió de la temporada. Pero no del baloncesto. Se sometió a pruebas y a todo tipo de análisis y mientras esperaba los resultados, él seguía poniéndose en forma para el siguiente curso. Sin embargo, la nueva temporada nunca llegaría.


El 27 de julio, mientras practicaba tiro en la Universidad Brandeis, en Massachusett, Lewis volvió a caer. Y nunca más se levantaría. Ni siquiera los esfuerzos de los dos oficiales que abrieron el pabellón y se encontraron el cuerpo inerte de Lewis fuero suficiente para reanimarlo. El jugador, santo y seña de los Celtics post-Bird, fallecía a causa de una miocardiopatía hipertrófica.


Era el final antes de tiempo de un jugador llamado al estrellato y que se quedo a sólo un paso de conseguirlo en uno de sus saltos estéticamente perfectos. El desenlace inesperado de un corazón indomable que una vez conquistó a un niño con su juego y su legado.

martes, 11 de marzo de 2014

11-M. seguimos sin saber la verdad

Una Nación a oscuras...
(artículo de Federico Jimenez Losantos)
Han ganado los terroristas. Han ganado los asesinos. Han ganado las cloacas del Estado, sin limpiar desde tiempos de Carrero. Han ganado los policías que destruyeron las pruebas. Han ganado los jueces que no han querido indagar nada, y si se han encontrado algo, han averiguado la forma de no verlo. Han ganado los fiscales que, a cambio de ascender horrores, han arrastrado por el fango el honor del Ministerio Público. Ha ganado el periodismo carcajoso y progreliendre, ese cerdito con nostalgia de jabalí. Ha ganado la casta política que consensuó la ley del silencio. Ha ganado la impunidad de los asesinos. Y ha ganado la conformidad de los asesinables. Diez años después, los pocos que hemos empeñado nuestro esfuerzo cívico y periodístico en averiguar qué pasó realmente el 11-M debemos rendirnos a la evidencia. No sabemos lo que pasó entonces, pero sabemos lo que desde entonces ha pasado: que a la inmensa mayoría de los españoles les da igual. Y el fruto de ese desinterés por el asesinato de doscientas personas para cambiar el Gobierno de España es ese silencio atronador, ese helado olvido, voluntario en los mayores, aprendido en los jóvenes, que la canalla política se ha permitido celebrar con flores. Es la corona fúnebre de la Justicia.
Muchos creen -y los datos históricos no los desmienten- que la crisis terminal que vive España arranca el 11-M y sigue desde entonces una línea perfectamente clara, nítidamente marcada y aparentemente inexorable. Yo creo que muchos –quizás no demasiados, pero sí muy poderosos- quisieron cambiar radicalmente el rumbo de nuestra nación hace diez años. Pero hoy no veríamos los escombros del régimen como único horizonte político si en este tiempo la ciudadanía y la clase dirigente no hubieran abdicado de sus más sagrados deberes, de sus indeclinables e intransferibles obligaciones. Si algún policía, algún juez, algún fiscal, algún ministro de Justicia, algún ministro del Interior, algún Presidente del Gobierno, algún Jefe del Estado hubieran cumplido la tarea para la que han sido elegidos, nunca se habría producido este fallo multiorgánico que convierte la democracia en España, inseparable del Estado de Derecho, en el gran cadáver insepulto del 11-M.
Basta ver las declaraciones del juez y del fiscal que alumbraron la sentencia más infame de la historia de España para ver hasta qué extremo el rostro de la Ley es la cara dura de unos señores que no vacilan en vacilar, que no dudan en dudar de sus propias decisiones, que afirman una cosa y la contraria, que sostienen públicamente, en este aniversario que debería ser de luto una catarata de frivolidades absolutamente inauditas. El juez estrella y el fiscal lucero que alumbraron la sentencia apoyan su grotesca criatura en la negación de lo que debe ser una sentencia firme, basada en pruebas y más allá de toda duda razonable. Dicen que "quizás", que "seguramente", que "puedo equivocarme", que "no dormiría si no estuviera seguro", pero ni saben quién fue el autor intelectual, ni saben seguro quiénes fueron los autores materiales, les da igual cuál fuera el arma del crimen, no se han molestado en comprobar la verosimilitud de las declaraciones de un testigo para mandar treinta mil años a la cárcel al único condenado como autor de la masacre. Y, por supuesto, no han querido investigar, como prometió el juez durante el juicio, la destrucción sistemática de pruebas de la masacre y la invención de otras tan zarrapastrosamente urdidas, tan burdamente tramadas que han forzado la anulación ¡de ciento noventa y cinco de ellas! ¿Y no hay un juez, no hay un fiscal, no hay un partido, no hay un Gobierno, no hay un Estado que se niegue a admitir que haya casi doscientas pruebas falsas y desaparezcan toneladas de pruebas de la mayor masacre de la historia de España?
Pues no. Ni lo ha habido ni creo que llegue a haberlo. El PP y el PSOE están de acuerdo en "obviar el 11-M", tesis de Gallardón defendida en portada por el ABC de Zarzalejos, que para el pancismo corraliego se ha convertido en la forma más cómoda de actualizar el cruel refrán: "el muerto al hoyo y el vivo al bollo". Por eso, por obviar, el Rey tuvo la campechanísima ocurrencia de decirles a las víctimas que buscan la verdad del 11M: "¡Pues lo lleváis crudo, a mí aún no me han contado todo lo del 23-F!", sugiriendo, ante las críticas al juez, que alguien lo habría comprado. Si el Jefe del Estado afronta así ante las víctimas la investigación de la mayor masacre de nuestra historia, ¿cómo extrañarnos de que todos los resortes del Estado para hacer justicia a los muertos se hayan enmohecido o los hayan almohadillado hasta convertirlos en mucho menos que nada, en desganados cómplices de los asesinos y sucia garantía de su impunidad?
Por eso, por todo eso, este aniversario del 11-M es el del triunfo de las tinieblas. Por eso, España es, diez años después, una nación a oscuras.

lunes, 10 de marzo de 2014

Sr. "A": C.B. Oliva ... 80 - 54 ... Xabia

Victoria cómoda del Senior "A" en un partido "trampa" contra el Xabia, equipo que esta abajo en la clasificación pero que en su campo nos gano... vistos los precedentes yo tenía mis dudas, pensaba que ganaríamos pero sufriendo mucho y en los últimos minutos tirando de gesta... nada más lejos de la realidad, el equipo salió a todo gas, muy enchufado y consiguiendo una renta definitiva en el 1º periodo gracias a un parcial de 31-9... algo que no se veía en el Senior "A" desde ... no se desde cuando, no lo recuerdo... y no fue fruto del acierto de un par de jugadores, todos salieron enchufados, al minuto 6-7 ya habían entrado en pista 10 jugadores... a partir de ahí el equipo aumento algo la diferencia, pero con el paso de los minutos llego la relajación y la distancia en el marcador no creció todo lo que debiera incluso fue reducida (llegamos a ir ganando de más de 35 puntos) al final "solo" ganamos de 26 puntos 80-54.
Y yo me pregunto ¿por que se perdió en Xabia contra un equipo que va penultimo en la liga y que solo ha ganado 3 partidos en lo que llevamos de temporada cuando en este partido demostramos ser tan superiores? Ante lo aburrido del partido en la grada se formo un debate al respecto de esta cuestión... La respuesta de muchos sería que el entrenador se encargaría de perder ese partido con sus decisiones (si, quizás debería haber entrado él a coger rebotes, defender fuerte y meter las canastas)... opinión que no me merece más que carcajadas y risas al ver cuanto saben algunos de este deporte... Los entrenadores perdemos (yo el primero) muchos partidos con nuestras decisiones, pero este tipo de partidos los ganan y los pierden los jugadores con su actitud o falta de ella... si los jugadores hubieran jugado en Xabia con la mitad de intensidad y actitud que hicieron en Oliva durante la primera parte hoy tendríamos una derrota menos y estaríamos en 2ª posición (real, de momento el Gandia tiene una derrota menos y dependen de ellos mismos) pero bueno todo es opinable, en España todo el mundo sabe de fútbol y cada día más gente sabe de baloncesto aunque quizás no hayan jugado nunca un partido o no hayan pertenecido a un equipo y hayan vivido el día a día de los entrenes y la competición... pero bueno, es la máxima con la que debemos vivir los entrenadores... cuando se gana es gracias a los jugadores que son muy buenos y cuando se pierde es por culpa de los entrenadores que nos equivocamos en nuestras decisiones... 
¿El Valladolid gano al Barça por culpa del Tata Martino o por que los jugadores se rascaron los h...? El Tata puede ser responsable de una derrota contra el Real Madrid, el Atletico o el Bayern, pero con todos mis respetos hacia el Valladolid, si el Barça pierde contra ellos es por culpa de los jugadores y su falta de actitud... 

Inf. Femenino: C.B. Oliva ... 41 - 60 ... Picket Claret

La diferencia entre ambos equipos es que uno es capaz de hacer jugadas pasándose el balón sin que el rival le ponga en dificultades extremas en su circulación y el otro (nosotras) es incapaz de hacer una jugada de 5 pases sin que el rival toque el balón... y así es imposible... el juego se construye a base de pases y si no le damos la importancia y calidad que requiere no podemos aspirar a ganar partidos en este nivel... si a eso le añadimos que cuando tenemos un tiro fácil de debajo canasta lo fallamos pues apaga y vamonos.  
El porcentaje de tiro libre muy deficiente, seguimos sin mejorar este aspecto tan importante del juego.
Mejoramos en intensidad defensiva, pero seguimos teniendo muchos problemas en el rebote de defensa (el rebote es cuestión de todas las jugadoras, de las 5 que están en pista y no solo de algunas de ellas)

Sr. Femeni: C.B. Oliva ... 52 - 90 ... Torrent "A"

1º Periodo: 11-20
2º Periodo: 10-26
3º Periodo: 20-20
4º Periodo: 11-24

Nosotras 22 faltas. 
Rival 20 faltas.
Este dato me parece significativo viendo la agresividad y utilización de manos en la defensa de uno y otro equipo. No coment.

El rival mete 13 triples con un porcentaje alucinante, cuando un equipo esta enchufado todo le sale de cara y si encima el rival (nosotras) esta desacertado (hay canastas que no se pueden fallar como hicimos nosotras) pues la diferencia al final en el marcador es escandalosa.

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jueves, 6 de marzo de 2014

Earl Monroe, la perla más brillante de la NBA (por Guillermo García Arroyo en Marca)

Hubo un tiempo en que la NBA apenas traspasaba fronteras. Sólo se exportaban pequeños capítulos de grandes epopeyas urbanas. Era un  producto interno, en blanco y negro y que se circunscribía a las fronteras de Estados Unidos. Un país que se alimentaba de leyendas callejeras y de nombres acompañados por apodos que eran apóstoles en aquellas canchas callejeras que inundan las ciudades y pueblos de Estados Unidos.
Fue en esa época de aros sin redes, tableros de madera y grietas en el asfalto de los canchas cuando  un nombre comenzó a recorrer como la pólvora la vasta extensión del territorio estadounidense. Era el nombre del nuevo 'Mesías', el hombre llamado a cambiar el baloncesto a través de un juego tan habilidoso como anárquico. Un baile que hipnotizaba a compañeros y rivales y que le valió para ganarse el calificativo del "último jugador del 'playground".
Ese gran profeta del balón naranja era Earl Monroe, más conocido en el ámbito baloncestístico como 'Jesús'. Un apodo que lo dice todo y que habla de la relevancia de un personaje que cambió la estética de este deporte, adoptando lo mejor de antecesores como Bob Cousy y que sirvió de modelo a futuros prestidigitadores e ilusionistas del balón como Magic Johnson.
Y eso que en un principio, Monroe no tenía ningún interés en meter un balón en una cesta colgada de un palo. El joven Earl prefería otros deportes para pasar el tiempo en el suburbio del sur de Philadelphia donde creció.  Monroe no encontraba diversión en el baloncesto y prefería el fútbol (algo extraño en los 50 en Estados Unidos) y el béisbol. Sin embargo, a los 14 años aquel niño se convirtió en un joven espigado de 1,90, llamando la atención de todos los entrenadores de la zona.
La  relación con aquel balón no comenzó como un idilio. Monroe empezó jugando como pívot dada su altura y su escasa habilidad con el balón. Años más tarde el propio jugador reconoció que tuvo que recurrir a su imaginación para paliar esa inicial falta de destreza. "Tuve que desarrollar ciertos movimientos y aprender a sostenerme en el aire antes de lanzar a canasta en el asfalto de las canchas callejeras", reconocía un jugador con alma de 'showman'.
Monroe se labró un nombre en los 'playgrounds' de la Ciudad del Amor Fraterno a base de movimientos más propios de un baile funky en una discoteca de mediados los 70 que de una cancha de baloncesto. Su fama comenzó a subir como la espuma y su evangelio se extendía por toda la Costa Este de Estados Unidos, haciendo de cada reverso o engaño al rival un dogma de fe, concitando a su alrededor a decenas de ojeadores universitarios que intentaban embelesarle y convencerle para fichar por su centro.
Fue la pequeña Universidad de Winston-Salem la que se llevó el premio gordo. Todo gracias a su entrenador Clarence Gaines, una leyenda en el deporte universitario en los centros de estudiantes de color y que convirtió a Monroe en un anotador compulsivo, como demuestra la media lograda en su último año como universitario: 41,5 puntos por partido. Fue la época en la que un periodista bautizó cada canasta del jugador como 'las perlas de Earl'. Nacía la leyenda.
Era el año 1967 y Baltimore tenía la segunda elección del draft. Tras ver como los Pistons escogían a Jimmy Walker, los Bullets se llevaban el premio gordo y elegían al jugador de Philadelphia. Monroe llevaba su baloncesto anárquico e imaginativo a un equipo con más sombras que luces y que no había conseguido quitarse la etiqueta de perdedor. Un caldo de cultivo perfecto para desarrollar todas sus habilidades sin cortapisas.
Monroe apenas tardó una temporada en hacerse con la batuta de los Bullets y darle completamente la vuelta. Bajo su mando, el conjunto de Baltimore cambio su sino y aunque no logró meter al equipo en 'playoffs', le hizo abandonar los últimos puestos de la Conferencia Este.
Eso en lo que a resultados globales se refiere. Porque su impacto y la admiración por su juego fue inmediata, ganándose el respeto de todas las canchas de la NBA que veían en Monroe a un músico de jazz más que a un jugador de baloncesto. Lo imprevisible de su juego le convertía en el centro de todas las miradas. "Normalmente no sé qué voy a hacer cuando me llega el balón. Y si yo no lo sé estoy convencido de que mi defensor tampoco". No había mejor manera de definir su particular estilo.
Un modo de juego que le hizo ganar el trofeo al Rookie del Año y que le permitió terminar su primera temporada con una media de 24,3 puntos, alcanzando su tope ante los Lakers, a los que endosó 56 tantos.
Los Bullets pronto se dieron cuenta de la perla que tenían entre sus manos y no dudaron en rodearla de grandes jugadores para terminar de pulirla y sacarle todo el brillo posible. Así, en el siguiente draft se hicieron con el codiciado Wes Unseld con quien Monroe formaría un tándem letal en los años venideros.
Entre ambos lavaron completamente la cara de la franquicia y la convirtieron en una habitual de la postemporada en las tres primeras temporadas. Sin embargo, nunca consiguieron llegar a optar realmente al anillo. En la 68-69 los de Baltimore alcanzaron los 'playoffs' por primera vez y pagaron la novatada cayendo por un contundente 4-0 ante los Knicks. Al año siguiente, los neoyorquinos volvieron a ser los verdugos de Monroe, aunque esta vez tuvieron que llegar hasta el séptimo partido para llevarse la serie. Una temporada más tarde, los Bullets tuvieron su ansiada venganza y en siete partidos se impusieron a sus archienemigos, para más tarde caer contra los Bucks de Lew Alcindor y Oscar Robertson.
Monroe había dado todo lo que tenía para subir al peldaño más alto con los Bullets. All star perenne, sus medias en esos primeros años fueron estratosféricas, pero no logró el ansiado anillo. Cansado de no llegar a su meta, Earl se presentó en las oficinas de los Bullets y solicitó el traspaso a una franquicia ganadora o, por el contrario, que le aumentaran el salario. Monroe apareció con los nombres de Bulls, Sixers y Lakers como franquicias a las que quería ir. Sin embargo, ninguna llamó a su puerta, lo que hizo que se planteara hacer las maletas y abandonar para poner rumbo a los Indiana Pacers, que por aquel entonces militaban en la ABA.
El jugador llegó incluso a hacer un viaje a Indianápolis para ver de primera mano a los que podrían ser sus nuevos compañeros. Quedó impresionado y quiso bajar al vestuario de los Pacers para conocer al equipo. Una visita que marcaría su futuro, como él mismo confesaría años después en su biografía.
Monroe bajó a los vestuarios y se encontró que todos los jugadores de los Pacers tenían armas en sus taquillas. 'La Perla' no pudo contener la curiosidad y preguntó a uno de los miembros de la plantilla el motivo por el que todos tenían armas. "El Ku Klux Clan está en los alrededores de Indianápolis e incluso dentro de la ciudad. Así que tenemos las pistolas para protegernos", fue la respuesta del jugador al que había preguntado. "En ese momento me di cuenta que Indiana no era para mí", asegura Monroe sobre aquel episodio.
'Jesus' volvía a Baltimore para cumplir con los Bullets y comenzó la campaña 71-72 con el equipo, disputando hasta tres partidos con sus todavía compañeros. El 7 de noviembre su agente le llamó y le dijo que tenía una oferta en la mesa. El emisor, su némesis: Walt Frazier, el hombre que mejor le había defendido, y sus Knicks. Monroe en un principio dudó sobre la idoneidad de su fichaje por la rivalidad pasada. Tres días más tarde Earl hacía la maleta y ponía rumbo a la Gran Manzana a cambio de Mike Riordan, Dave Stallworth y algo de dinero.
Un traspaso que también levantó muchas ampollas en Nueva York, cuyos aficionados no veían cómo iban a compartir responsabilidades Frazier y Monroe con un sólo balón en pista. A 'La Perla' le costó adaptarse a su nuevo rol y dejar a 'Glyde' como director de orquesta mientras él tenía menos el balón en las manos. Para colmo en su primera temporada sufrió varios problemas en rodillas y tobillos que mermaron su rendimiento y su producción. Motivos más que de sobra para que la grada del Madison dudara de su nuevo jugador.
Esas dudas se disiparon nada más comenzar la temporada siguiente, la 72-73. Se acopló junto a Frazier y juntos formaron lo que se conoció como el 'backcourt Rolls Royce'. Walt ponía la precisión de la ingeniería, mientras que él era el encargado de poner la fantasía y la clase en la cancha. Los resultados no se hicieron esperar.
Los Knicks terminaron la temporada segundos de la Conferencia Este. Un puesto que les cruzaba en 'playoffs' al antiguo equipo de Monroe, los Baltimore Bullets. 'La Perla' dejó los sentimientos aparcados y los neoyorquinos, con un Earl en estado de gracia, se llevaron la serie en cinco encuentros. Le tocaba el turno a los todopoderosos Celtics, de los que los Knicks también dieron buena cuenta en un dramático séptimo partido. El anillo estaba cada vez más cerca.
En la final su rival llevaba el nombre de Lakers cosido a la pechera y con Jerry West como estrella, los angelitos partían como claros favoritos al título. Una candidatura que se consolido tras el primer choque de la serie, que cayó de su lado. Fue el único que se apuntarían. De la mano de Frazier, DeBuscherre, Lucas y, sobre todo, de un Monroe letal en el tercer y en el quinto y definitivo encuentro, los Knicks conseguían su segundo título de la NBA. El último hasta la fecha.
Fue el principio y el fin de los neoyorquinos que empezaron a desintegrarse por culpa de las lesiones y las retiradas. También fue el zenit en la carrera de Monroe, que a partir de aquel momento comenzó  una lenta pero inexorable cuesta abajo hasta que en 1980 decidió que su brillo ya había iluminado a una Liga que él se había encargado de transformar con un juego nunca antes visto y que tampoco se ha repetido. "Veo los partidos y todavía no he visto a nadie que me recuerde a mí, a mi forma de jugar", aseguró Monroe en una entrevista reciente.
Su amor por el espectáculo y una personalidad más propia de un 'showman' que de un deportista, Monroe se alejó del mundo de la canasta para dedicarse a la música, creando su propio sello, Pretty Pearl Record. También tomó parte en numerosas actividades de la comunidad afroamericana y se convirtió en un importante miembro para su completa integración.
Miembro del Salón de la Fama y elegido entre los 50 mejores jugadores de la Liga, su legado no se reflejó nunca en los números. Su herencia fue un estilo único e inigualable, basado en la imaginación, la improvisación y la fantasía y que convirtieron a este rey del playground en el príncipe de la NBA.