1. Las heridas se curan, el dolor perdura. Había dejado en Atocha el tren que viene de Fuenlabrada y entré en el último vagón del tren que estaba estacionado en la vía 2. Suelo encontrarme allí con mi hermano, pero ese día no estaba en el andén. Explotó la primera bomba y salí como pude del vagón. Una vez en el andén, el espectáculo era horrible. Mi hermano tenía que estar allí, pero no le veía. Me agaché a interesarme por una chica que estaba boca abajo sobre un charco de sangre. Alguien me dijo que la dejara, que estaba muerta. Mi primera decisión fue quedarme con ella hasta que vinieran las asistencias, pero explotó la segunda bomba y alguien me agarró de un brazo y corrimos hasta las vías de entrada. Allí me vio mi hermano. Él parecía un fantasma. La chaqueta rota, la cartera de mano rota, metralla en la cara y en las manos y no oía nada. Nos abrazamos y lloramos con una mezcla de sentimientos de rabia, dolor, y a la vez alegría por habernos encontrado vivos. Éramos conscientes de la gravedad de la situación y decidimos ir al hospital por nuestros propios medios y dejar que SAMUR atendiera a gente en mucho peor estado. Las heridas terminan por curarse pero las imágenes, los gritos, los llantos, el ruido de las explosiones y el olor no podrán olvidarse jamás. Paco / Madrid
2. Terror. Estaba en frente del vagón que explotó en Atocha, más o menos a 15 metros, cuando me estalló delante. Sientes terror y pánico, no sabes qué hacer ni dónde ir. Cuando vi el horror frente a mis ojos no lo aceptaba, y salí corriendo de allí. La segunda bomba me tiró al suelo. Ésa fue la que más gente se llevó, gente que fue a ayudar, gente que no pudo correr. Cuando recuperé el sentido y el control me di cuenta que corría y estaba ya muy lejos. Es el terror el que me salvó, el pánico el que me movió, y la impotencia la que me invade desde el jueves. Lloro todos los días por la cantidad de gente que perdió su tren; el tren de la vida. Alberto / Madrid
testimonios de lo sucedido el 11-M
No hay comentarios:
Publicar un comentario